Yo reciclo, tú reciclas, él recicla, etc. Así comienza la campaña publicitaria de la Comunidad de Madrid para fomentar la conciencia ecologista en sus ciudadanos. A todas horas la administración autonómica nos recuerda que existen distintos tipos de contenedores para cada tipo de desecho. Paradójicamente también es el equipo de gobierno de Esperanza Aguirre quien ha convertido una ansiada zona verde en el barrio de Chamberí, en unas instalaciones privadas para que no haga falta irse a Murcia con Camacho a jugar al golf. Aquí tenemos muchos más hectolitros que en la Costa Cálida pues para eso nos hemos sumado al reto del agua. Y con un poco de suerte a lo mejor podemos ver allí a Aznar jugando al pádel, pues en ese complejo deportivo, modelo impecable de privatización, también han pensado en el deporte favorito del expresidente del gobierno. Así muchos podrán sublimar el pijo que llevan dentro.
Debemos de reconocer, aunque a Sánchez Dragó lo hayan querido guillotinar por decirlo, que los madrileños somos unos guarros. Aquí ya no cabemos pues creo que debemos de ser como mínimo un millón de habitantes más que hace seis años, en el INE no saben contar. La capital se ha acabado convirtiendo en un caos de polución y basura. Sin embargo el Ayuntamiento y la Comunidad se gastan una pasta de nuestros bolsillos en campañas ecologistas de toda índole, mientras privatizan la citada zona verde chamberilera. Luego la Consejería de Salud nos alertará de que estamos criando una generación de niños de sillón, depresivos, introvertidos y de colesterol prematuro. Así que si eres padre, ya sabes, la próxima Navidad los reyes de El Corte Inglés tendrán que retratarse con unos palos de golf o una raqueta de pádel. Nada de bicicletas o balones, que ya no se estilan. Y tú, niño, deja de joder con la pelota, que me estropeas el swing.
Esta ciudad que tanto promocionan sus políticos, sobre todo ahora que llega la el momento de votar, se está convirtiendo en un cortijo privado donde vivir resulta un lujo sólo por el coste, no por la calidad de su vida. Lo que habría que hacer con todos estos profesionales de la especulación sería botarlos, con b. Y además bien lejos, que no se les pudiese localizar ni aunque llegásemos a la última pantalla de Internet. Ojalá, igual que existen los contenedores ya citados en la vida real, pudiésemos gozar de una papelera de reciclaje, como en tu ordenador, para eliminar a aquellos personajes que sólo ocupan un espacio inútil en el disco duro de nuestra sociedad, y a los que de buena gana haríamos desaparecer con un simple click de ratón.
Yo, ciudadano de a pie, propongo desde esta tribuna ciberespacial que apoyemos activamente el reciclaje, las energías renovables y el transporte público. Tampoco estaría mal que nos comprometiésemos a no decorar el pavimento con escupitajos, así como a no echar más mierda sobre la vetusta alfombra de lo que queda de Madrid, pues bajo ella ya han metido toda la polución de la M-30. Pero de nada serviría esta iniciativa si no se viese culminada con una campaña de recogida de firmas por Ecologistas en Acción, Greenpeace o cualquiera que tenga ganas de encadenarse y arriesgarse a llevarse una mano de ostias. Dicha campaña podría consistir en promover el reciclaje, y si se tercia por el bien de la salud pública hasta el enchironamiento, de todos aquellos Grissoms de pacotilla, sean rojos, azules o amarillos, que se visten de verde con el fin de salir en la foto para, acto seguido, continuar practicándole la autopsia a lo que queda de Madrid.