martes, 31 de julio de 2007

El día que Contador fue Massiel

Da gusto ver lo pronto que desempolvamos las banderas rojigualdas y ponemos pilas a los megáfonos cuando un español gana cualquier competición. Y da igual que sea deportiva, musical o un vulgar reality show. Enseguida sacamos sábanas viejas del armario de la abuela, que guarda de la guerra por si viene otra. Con ellas diseñamos ingeniosas pancartas con que poder chupar cámara cuando el héroe local asome su gloriosa jeta en el aeropuerto. Que se lo pregunten a Alberto Contador. Hace un mes era un completo desconocido. Hoy cuenta con millones de incondicionales corresponsables de su éxito.

Una señora, a la que deberían de haber distorsionado el rostro por si la reconocía algún familiar, caso de que se hable con alguno todavía, lo resumió en pocas palabras por televisión: “Estoy muy contenta por haber ganado el Tour, porque es un poquito de cada uno de nosotros”. A mí me resulta difícil imaginarla, como al resto de la forofada, pedaleando en las contrarrelojes y en los puertos como lo ha hecho Contador. Aun así, ellos sienten que han ganado el Tour, aunque sólo lo haya ganado quien lo ha sufrido sobre la bicicleta, y no sus todos improvisados palmeros. Seguramente muchos de ellos ni habrían pasado el control antidopaje.

Las eufóricas imágenes que estamos observando en estos últimos días, recuerdan a las que también vivió Massiel hace casi cuarenta años, cuando ganó (perdón, ganamos) el Festival de Eurovisión. El triunfo de la tanqueta de Leganitos también logró levantar la moral de la tropa por unos cuantos días. Hoy como ayer, los gerifaltes se sacan la foto con el ganador, al socaire de su gloria. Como ejemplo, malo, tenemos a la presidenta de los madrileños, que levantó los brazos enfundada en el maillot amarillo, quizá imaginando que pasaba bajó la pancarta de una meta denominada Moncloa. Sea como fuere, que conste que la señora de la que hablaba al principio no era Esperanza Aguirre, aunque bien pudiera haberlo sido.

Cuando Induráin por tradición ganaba el Tour era otra cosa. El rocoso e impenetrable navarro nunca acabó de conectar con nuestra idiosincrasia. Él, con la prodigiosa ayuda del doctor Sabino Padilla, hizo de su cuerpo una maquinaria perfecta. Tanto, que quizá esto provocó que muchos acabásemos viendo a Induráin como un ciclista alemán, pero monocéjilo. Los inventores de la siesta tenemos que dejarlo todo para el último momento, por eso los campeones agónicos siempre congenian mucho mejor con la afición. Sólo los chicos del baloncesto triunfan sin hacernos sufrir, pero sólo porque no conocen los desmoronados muros de nuestra historia pues estudiaron la ESO. Massiel ganó por un punto y Contador por veintitrés segundos. Ésa es la verdadera tradición de un país que celebra como propios éxitos tan efímeros como la gloria de sus protagonistas.

lunes, 30 de julio de 2007

El perro y el gato

Cuando no teníamos televisión de pago, TDT, ordenadores, Internet, teléfonos móviles, videoconsolas alámbricas e inalámbricas, iPODs, etc., disfrutábamos de más tiempo libre para jugar con nuestras mascotas y sacarlas de paseo. Ahora, con la excusa de la vida moderna, las hemos ido arrinconando, hasta el punto de que son ellas quienes nos mandan a paseo o, para ser exactos, al último paseo. Mientras nos alejamos en la nave que nunca ha de tornar, ellas se quedan en tierra diciéndonos adiós con la patita. Y eso por no hacernos un corte de mangas, que aunque no hayan leído a Machado son más educadas que nosotros.

En los últimos días, hemos sabido que un perro y un gato están haciendo furor entre los herederos de los enfermos terminales en dos asilos estadounidenses. Estas dos mascotas de sendos geriátricos del citado país, cuentan con la dudosa virtud de que donde ponen el ojo, horas después ponen el fiambre. Aquí ya avisamos en un artículo anterior de que las mulas trazan las carreteras mejor que los ingenieros de obras públicas. Ahora también sabemos que hay perros y gatos que nos avisan con mejor precisión que los médicos cuando hay que ir pidiendo una de extremaunciones. Seguramente al doctor House le encantaría la displicente sinceridad de estos animales, esperando sentados a la vera de quien va a palmar. Seguramente intentaría enseñarles a firmar certificados de defunción. Hay letras de médicos mucho peores.

Yo, que soy de natural hipocondríaco como otros lo son de Valladolid, saldría corriendo a hacerme el seguro de los muertos, que diría mi abuela, si se sentase uno de esos animales en mi regazo. Pero está por ver cuánto van a durar esas dos mascotas en sus respectivos geriátricos. No me extrañaría que entre los internos más vivos le tendiesen una emboscada directa a la cazuela al gato Óscar, pues así se llama el siniestro minino. Seguro que para muchos de los próximos difuntos sería un conejo delicioso. Al menos con tan culinario destino aprenderías, lindo gatito, que chivarse siempre estuvo muy feo, especialmente si es para soplarte que la vas a palmar en pocas horas. Ya hay que tener mala sombra.

Si ZP se llevase bien con Bush, podría conceder un visado especial para enviarle al gato Óscar algunos cientos de los trescientos millones de topillos que asolan los campos castellano-leoneses. De esa forma tendría con qué entretenerse la criatura, en vez de dedicarse a acojonar a los abuelos de su asilo. En este convulso siglo XXI, los perros y los gatos han pasado de ser mascotas para que jueguen los niños y los paseen los padres, a poner fecha a las esquelas de los abuelos. Es el nuevo y funerario concepto de animales familiares. Aunque mí me gustaban más cuando sólo se dedicaban a hacer travesuras para el Youtube.

viernes, 27 de julio de 2007

Pequeña Miss Sunshine

Hoy toca hablar de mi primer día en Túnez. Un guía local acreditado que deambulaba por el hotel nos cogió por banda a mi mujer y a mí. Este hombre guardaba un parecido notable con Deepak Chopra, un gurú de la nueva espiritualidad del siglo XXI. Nos dijo que a las cinco pasarían a recogernos para llevarnos gratuitamente a conocer el pueblo de Hammamed, y si queríamos podíamos aprovechar para comprar en la única tienda oficial del gobierno, en la cual los precios son fijos y no se admiten regateos. Máximas garantías.

Llegaron las cinco de la tarde, con una calor tan pegajosa como los niños vestidos de botones Sacarino que te ofrecen cada minuto flores de jazmín a un dinar. No sonaron los clarines, pero cuando vimos la furgoneta que nos iba a trasladar, casi hubiéramos preferido participar en un encierro. La tartana podía tener más de treinta años, y el óxido la estaba corroyendo de tal forma que llegué a pensar que la vuelta la tendríamos que hacer a lo Picapiedra. Acabamos montándonos en ella, sin santiguarnos pero encomendándonos a todos los santos y dioses. Cerraron la puerta y que sea lo que Alá quiera, pensé. Dos desconocidos nos condujeron finalmente hasta el destino anunciado, como también nos podían haber mandado a Libia, ahora que a los españoles les ha dado por casarse allí.

Mi mujer me confesó que en cualquiera de los controles policiales de carretera que pasamos hubiese pedido socorro. Pero como a mí me vio tranquilo, pues soy de natural inconsciente, se reprimió. Por fin, y tras dar ambos fe durante treinta minutos de que los amortiguadores de la furgoneta eran de cuando la marcha verde, nos metieron derechitos en la tienda oficial del gobierno. Mal comparada sería como la del Real Madrid en la esquina del Bernabéu, pero en zoco en la planta baja y exposición de alfombras en la primera. A mí, por si acaso, me salió la vena Moratinos, y en cuanto entré dije varias veces que a mí me gusta mucho Zidane. Nos hicieron subir en volandas a la planta de las alfombras, donde nos esperaba un tunecino que tras explicarnos cómo se tejían, nos organizó un número inolvidable.

Nos hizo sentar confortablemente, y con la ayuda de un chico empezó a desplegar alfombras de todo tipo. Mi mujer le seguía la corriente mientras yo ponía cara de haba, pues sabía de sobra que no íbamos a comprar ninguna. En pleno éxtasis oratorio, el charlatán que peroraba mientras el joven las extendía, creyéndonos presas fáciles, nos invitó a tomar el té. Nos preguntó que si lo queríamos con azúcar y, segundos después, hizo lo propio sobre el color que más nos gustaba. Yo, inocente de mí, dije que el blanco, porque sé que de todos los tés es uno de los mejores por su escasa teína y su gran capacidad antioxidante, fino que es uno. Pero él y mi mujer sonrieron, porque en realidad él se refería al color de las alfombras. Y por seguir con ingenuidades, también nos aseguró que éramos unos afortunados, porque la tienda sólo abría dos días al mes. Sí que tuvimos suerte, porque casualmente sólo abría el día que estuvimos allí y el anterior.

Tras enseñarnos más de cuarenta alfombras durante media hora, le dijimos que no íbamos a comprar. Primero se mosqueó, y al ver que no caíamos en sus redes, empezó a regatear con frenesí. Siguió bajando el precio hasta que bajamos las escaleras apresuradamente, mientras nos preguntaba que entonces a qué habíamos ido a Túnez, para acto seguido comenzar a blasfemar, que aunque en árabe se le entendía todo. Baste con decir que yo estuve a punto de llamar a la legión. Al final mi mujer y yo salimos por piernas. Sólo hubiésemos comprado un alfombra en ese sitio si hubiese volado, para escapar de allí cuanto antes.

Los días siguientes en el hotel, otros españoles nos contaron exactamente la misma historia, y ninguno de ellos compró, pese a que en la tienda nos enseñaron decenas de alfombras empaquetadas presuntamente para enviarlas a España. Ahora, ya de regreso y tras casi ocho horas de retraso en el vuelo de vuelta, tenemos este recuerdo exótico que compartir, al que denominamos Pequeña Miss Sunshine.

jueves, 26 de julio de 2007

Las mulas del MOPU

Para demostrar que han hecho sus deberes durante el año y justificar la pasta que nos sacan durante el mismo, los distintos organismos oficiales suelen publicar en verano diversos informes sobre asuntos de lo más variopinto. Uno de los últimos es sobre el estado (malo) de las carreteras españolas, las cuales, por mucho que se apliquen sus responsables durante el período estival, no podrán contar ni con un cinco raspado en septiembre. Estos mangas verdes nos informan de que hay muchas carreteras mal señalizadas e intersecciones en zonas peligrosas, además de pavimentos calamitosos. Por ello la DGT siempre carga toda la responsabilidad de los accidentes, lógicamente, en los costaleros hombros de los conductores.

En ocasiones, cualquier tiempo pasado sí que fue mejor, de ahí el renovado éxito de las vacaciones de los Alcántara, treinta y tantos años después. Digo esto porque hace pocos días, mientras intentaba hacerme el valiente para entrar en las gélidas aguas del Charco del Cura, en El Tiemblo (Ávila), un lugareño que debía de ser descendiente de Sócrates, aportó a mi escasa cultura un dato que tambaleó mis cimientos intelectuales. El anciano me explicó que los animales eran muy listos, y sin duda mucho más intuitivos que las personas. Esto era cierto hasta tal punto, que me aseguró que antiguamente las carreteras eran trazadas por las mulas. Me quedé tan helado como si hubiese introducido mi cuerpo serrano en las aguas del citado pantano.

Dos paisanos tembleños que también estaban presentes, corroboraron las palabras del filósofo. Parece ser que las mulas tienen un instinto especial para llegar al lugar más inaccesible, de tal forma que cuando antes se quería construir un camino a cualquier parte, bastaba con seguir a las mulas. Muchas carreteras comarcales, puertos, etc., han sido trazados así, y al parecer son inmejorables. El hombrecillo terminó su clase magistral con la siguiente reflexión: ¿para qué sirven todos los ingenieros de obras públicas que se tiran siete u ocho años estudiando, si los mejores caminos siempre los trazaron las mulas? Dicho esto, y tras haberme alumbrado con su sabiduría rural, se marchó con viento del sur y un palillo entre los dientes monte arriba, con la única compañía de su vieja perra.

Desgraciadamente, el conductor de hoy sólo sabe ir de compras: que si un GPS, que si un detector de rádares, que si unos puntos de carné a trescientos euros la unidad... Todo con tal de poder seguir haciendo el burro, o la mula, con el todoterreno que se ha agenciado. Eso sí es un coche, y no la mierda del 600 de sus padres que no apabullaba a nadie. Y hablando de burros y mulas, yo creía que eran ellas las que trazaban los caminos, pero que de la señalización ya se encargaba el ser humano. Desgraciadamente he llegado a la conclusión de que el filósofo rural me engañó, pues por lo que dice el informe y he sufrido en volante propio, hoy debe de ser justo al revés. Yo creo que ahora las carreteras son trazadas por seres humanos y las señales colocadas por mulas, y así nos va.

martes, 24 de julio de 2007

Metafísica para principiantes (XVI): Principio del ritmo

Afrontamos tras el paréntesis vacacional la quinta ley hermética, conocida como el principio o la ley del ritmo. En ella Hermes afirma que “Todo fluye y refluye, todo se mueve como un péndulo, el ritmo es la compensación”. Y es que todo en el Universo tiene un movimiento similar al de las olas. Ese mismo movimiento lo encontramos en nuestras emociones. A veces estamos muy deprimidos, sin ganas de nada, para pocos días más tarde, o quizá ese mismo día, estar de muy buen humor. De hecho, el principio del ritmo nos revela que los momentos felices no son eternos. Tarde o temprano nos llevará a retroceder para luego volver a avanzar, y así indefinidamente.

A veces los seres humanos nos quedamos estancados en uno de los dos extremos, como estudiamos también con el principio de polaridad. Desgraciadamente nos solemos estancar en estados negativos: pobreza, soledad, depresión, etc. Una de las mejores maneras de mejorar nuestros estados emocionales negativos es mediante la meditación, ya sea activa o pasiva. Meditamos siempre que realizamos cualquier tipo de actividad que nos obligue a concentrar toda nuestra atención. Podemos citar algunos ejemplos de meditación activa como conducir, hacer punto de cruz, practicar cualquier deporte o incluso fregar, si ponemos nuestros cinco sentidos. Hablamos de meditación pasiva cuando, por ejemplo, nos limitamos a contemplar la naturaleza.

Quiero hacer hincapié en que el principio del ritmo está presente siempre en la Naturaleza. Las olas, el cambio de estaciones, el día y la noche, pero también en tu respiración, los latidos de tu corazón, etc. Éstas son sólo algunas de las pruebas de que esta ley rige inexorablemente nuestro Universo. Otra de ellas son las fases de la luna, las cuales tienen una gran influencia en la vida de todos nosotros. ¿Sabías que cuando la luna se encuentra en fase creciente es el momento ideal para comenzar cosas nuevas, ya sean relaciones, actividades, etc? Igualmente, cuando entra en su fase decreciente, será el momento óptimo para poner punto y final a cualquier cosa, por ejemplo, un matrimonio. Cualquier experto en Astrología te dirá lo mismo. Yo lo he comprobado y te puedo garantizar que es absolutamente cierto.

El principio del ritmo está presente en todo lo que nos rodea y también en nosotros mismos. Comprenderlo nos ayudará, como el resto de leyes metafísicas, a crecer espiritualmente. Si pretendemos que las cosas nos vayan siempre bien, estaremos persiguiendo un imposible. Y si las cosas te van mal, piensa que tampoco va a ser eterna esa situación, aunque tú tendrás que poner de tu parte también para que así sea. En última instancia somos nosotros, con nuestros pensamientos, quienes labramos nuestro destino.

lunes, 23 de julio de 2007

Todos somos Alcántara

Supongo que ahora Imanol Arias y su familia televisiva estarán descansando antes de comenzar el rodaje de la nueva temporada de Cuéntame. El hombre que interpreta al cabeza de familia de los Alcántara probablemente esté en estos momentos remojando su enjuto cuerpo cerca de un Gibraltar que sigue, como entonces, sin ser español. Nuestro país ha cambiado en muchos aspectos desde aquellos sesenta/setenta que refleja la serie de TVE, es cierto, pero en otros estamos regresando al pasado. En Madrid hace décadas que no podemos leer su diario homónimo, pero contamos con varios periódicos gratuitos. Uno de ellos, 20 minutos, nos acaba de contar que este verano más del 55% de los españoles se queda sin vacaciones.

El motivo no es un irrefrenable amor a su tierra, cual Nino Bravo o Gloria Estefan, sino una falta de liquidez preocupante, sobre todo para los millones de ciudadanos que la padecen. O dicho de otra manera, que se acabó lo de vivir como ricos tirando de crédito. Ha venido el tío Paco con las rebajas, y los que se quedan en las grandes ciudades no se atreven ni a pasar a refrigerarse por las de El Corte Inglés, ya se puede poner Luis Varela como quiera. Tras la última revisión de su hipoteca muchos españolitos, otrora alegres y ufanos compradores de un pisito, han comprendido por fin lo que es el euribor. Se podría definir como un valor que cuando está bajo es muy saludable, pero que si sube demasiado te puede quitar la vida. Como la tensión arterial, aunque para mejorarte del euribor no baste con suprimir la sal de las comidas.

Para acabar saliendo a flote y que la marea no se nos lleve por delante, habrá que suprimir también algunos de los lujos que hemos incorporado a nuestras vidas en este último lustro de nuevos ricos. Nos compraremos un móvil nuevo cuando se haya roto el antiguo y no cada seis meses para competir con nuestro cuñado, nos compraremos coches de segunda mano cuando el nuestro esté para el desguace y no todoterrenos de primera, saldremos menos los fines de semana, y no nos iremos de vacaciones al sexto pino para dar envidia en la oficina. Esto último ya es una realidad, como asegura el citado informe del CIS. Yo mismo acabo de pasar una semana en El Tiemblo (Ávila), y tengo claro que el año pasado por estas mismas fechas allí había bastantes más veraneantes.

Puede que no sea tan mala esta nueva/antigua coyuntura. A lo mejor las desestructuradas familias actuales vuelven a quererse si comen juntos una tortilla con hormigas debajo de una higuera, para tras hacer la digestión bañarse en el pantano, como lo hicieron nuestros padres y abuelos. Eran más pobres pero probablemente también más felices, porque no les habían creado artificialmente tantas necesidades. Así que deja de preocuparte por ir a la última, pues como además las modas vuelven periódicamente, es posible que puedas salir del paso con las antiguas prendas que guardas en un rincón perdido con olor a naftalina. Ten claro que la felicidad que te anuncian por la tele no existe, como tampoco la cacareada libertad de expresión. Como entonces.

jueves, 5 de julio de 2007

Cerrado por vacaciones

El día 23 de julio volveré a estar con vosotros en este blog. Muchas gracias a los lectores del mismo, y ojalá que podáis aproximaros a lo que dicen que es la felicidad. Os echaré en falta durante mis vacaciones.

Un abrazo a todos

Fernando Solera

martes, 3 de julio de 2007

Metafísica para principiantes (capítulo XV): Principio de polaridad

Ánimo, que ya sólo nos quedan éste y tres principios más. Cuando hayamos terminado con las siete leyes universales del Kybalión, podrás considerarte un entendido en metafísica. Al menos ya no te sentirás tan extraño cuando alguien hable de los principios de vibración, correspondencia, mentalismo, etc. Hoy nos toca estudiar la cuarta ley de Hermes: el principio de polaridad. Esta ley se resume así: Todo es doble, todo tiene dos polos”. Si lo piensas fríamente podrás comprobar que es cierto, pues en la naturaleza todo tiene su par de opuestos. Cuando elegimos venir a la Tierra, lo hacemos con la misión de intentar vivir en el punto medio de los dos polos.

El Kybalión afirma que los opuestos son idénticos, pues son iguales en naturaleza: sólo difieren en grados. Por ejemplo, si hablamos de dos personas, una mala y otra buena, en el fondo estamos hablando de lo mismo, pero con distintos grados de manifestación. Igual sucede cuando decimos que es fácil pasar del amor/odio. La diferencia estriba en la graduación del amor. Hagamos lo posible por encontrar la armonía, el punto medio entre los polos, para así comprender la unidad que existe en el Universo. La diferencia que percibimos entre los polos opuestos no es real. Nadie es tan bueno ni tan malo como parece, ni nada es tan bello u horrible como creemos.

Hemos dicho anteriormente que todo tiene su par de opuestos, y es cierto, pero con una excepción: el amor universal. Seguramente tú me dirás ahora que sí existe el opuesto del amor, y se llama odio. Tienes razón, pero en este caso tú te estás refiriendo al amor romántico, si me permites que lo llame así. Pero el Amor con mayúsculas, el verdadero e incondicional, no tiene opuestos. Si lo tiene ya no es Amor. Cuando uno dice que ama pero lo hace con condiciones, exigiendo contrapartidas, eso no es amor auténtico. Será otra cosa, pero en ningún caso Amor.

En nuestro universo todo tiene un movimiento circular cíclico. Por eso si hoy estás viviendo una situación extrema que te desagrada y te causa dolor, es decir, si estás ubicado en uno de los polos y decides revertir dicha situación, lo primero que tendrás que hacer será crear la energía de la polaridad opuesta. Por ejemplo, igual que el calor neutraliza el frío, el amor hace lo propio con el odio.

Uno de nuestros objetivos en el viaje terrenal debe ser dejar de percibir los opuestos, pues como he dicho anteriormente, son pura ilusión. Debemos de suprimir de nuestra mente la idea de las polaridades y así lograr lo que se denomina armonización de los opuestos. Otra cosa que debemos de aprender mediante el principio de polaridad es que nadie está en posesión de la verdad absoluta. Todos tenemos nuestra cuota de verdad pues la verdad, como dijo Aristóteles de la virtud, se encuentra en el término medio. El fanatismo, el radicalismo, el extremismo, siempre van a impedir nuestra evolución espiritual.

Y si hablamos del tiempo, la aplicación correcta del principio de polaridad nos ayudará a vivir el momento presente, que en realidad es el único que existe. La inmensa mayoría de nosotros vivimos en el pasado contaminando así nuestro futuro. Sin embargo, un metafísico genuino vive en el futuro y lo trae al presente, pues se concentra en lo que desea lograr como si ya fuera una realidad ahora mismo. Por tanto debemos vivir siempre en el presente, sí, pero concentrados en nuestras metas para atraerlas energéticamente y así hacerlas realidad.

lunes, 2 de julio de 2007

El calor del amor en un bar

En los ochenta Gabinete Caligari hizo el agosto con esta canción, aunque los calores detrás y delante de la barra están garantizados en cualquier mes del año. Detrás, porque las máquinas frigoríficas irradian unas temperaturas considerables, y delante, porque con cuatro copas de más el personal siempre se viene arriba. Muchos de nosotros, sin un par de ellas, seríamos incapaces de arrancarnos, y así poder aspirar a mojar esa noche. Un amigo mío de la universidad se tomaba un pacharán antes de cada examen para relajarse. Creo recordar que por ese método logró aprobar Estadística con un seis. Como le perdí la pista puede que ahora sea un sesudo estadístico o un descerebrado alcohólico, aunque ambas posibilidades no sólo no son incompatibles, sino que en muchos docentes son perfectamente complementarias. Pero como ahora somos muchos más finos, y el copazo de pacharán o de cualquier bebida rebosante de etanol está mal visto, lo hemos sustituido por el orfidal debajo de la lengua, que sabe bastante peor que el citado licor navarro.

Si al calor inherente de los bares añadimos el de las calles en verano, hay una bebida que nunca falta en las terrazas, chiringuitos, veladores y demás asentamientos alcohólicos al aire libre: la cerveza. Transportémonos por un momento a Granada en el mes de julio, con 42 grados a la sombra. Pocos placeres terrenales son comparables al de tomarte allí una caña de Cruzcampo. Sólo de pensarlo se me empaña el monitor. Pero qué sería de esa caña sin su clásico acompañamiento, la tapa. Yo, como muchos de mis conciudadanos, si veo que un bar ofrece tapas roñosas o directamente no se estilan en dicho establecimiento, lo incluyo en mi lista negra de estrellados, como la de Michelín, pero en bares clausurables. En cambio, los bares que están siempre hasta arriba son aquéllos que acompañan la impagable caña, que por muchos años nos la guarde Dios, con unas tapas que hagan honor al mejor invento de los egipcios.

Esos montaditos de calamares o de lomo, esas tostas de paté, esas gulas con tomate, ese soberano pincho de tortilla o esos torreznos, que tras comerlos les rezas un responso en memoria de tan suculento cerdo, implorando a Dios que su prole le haya salido igual de sabrosa. Vosotros también podréis añadir mil y una tapas, pues a lo largo de nuestra geografía hay miles de bares que, aunque jamás aparecerán en ninguna clasificación gastronómica de alta alcurnia, logran hacer felices a mucha gente. Especialmente ahora, en pleno verano, cuando un bar con sus buenas cañas, o sea, todas menos Águila, y con unas tapas generosas y de postín, es el mejor remedio para combatir el cambio climático.