Eye in the sky : Verdad, Bondad y Belleza

viernes, 23 de noviembre de 2007

Eye in the sky

Cuando te despides de ella entre lágrimas, te quieros y abrazos, y después aguardas a que su avión despegue, incumpliendo la promesa que le hiciste de marcharte con el último cruce de vuestras miradas. Cuando tras recorrer los escaparates de media ciudad buscando aquello que tanto le gusta, te decides a entrar en una tienda y pedir que te lo envuelvan para regalo. Cuando os dáis vuestro primer beso en su portal, intercambiando por fin algo más que el número de móvil. Cuando sacas dinero de un cajero y te dices que de salud y amor andas muy bien, gracias. O cuando te da un apretón y decides irte de putas por el centro de Madrid. Siempre están ahí, observándote. Son las cámaras de vigilancia, también llamadas de seguridad.

Saben que en el fondo eres bueno, que todos lo somos. Pero también un peligro en potencia. Nunca se sabe ni dónde ni cuándo puede surgir quien se atreva a atentar contra el orden establecido. Por eso hay que estar prevenidos y fiscalizan todos tus movimientos: lo hacen por tu bien. Sólo quieren que vivas tranquilo, como un gregario más, conforme y feliz con su hipoteca. Te han convertido en un código de barras que consume, siendo poco más que el paquete de garbanzos que te pasa la cajera por el lector. Pero a los garbanzos no les besan ni les dan la mano en las campañas electorales de nuestra democracia. Así que no te quejes, que ahora estamos mejor. Antes la gente temía al ojo omnisciente de Dios y de la Brigada Social, en aquellos tiempos lo mismo. Sin embargo, hoy sólo tememos a la hipoteca y el mobbing, que también brean lo suyo, no te vayas a creer. A eso, y a que en breve no nos podamos despedir dándonos el lote como el altísimo siempre ha mandado porque, además de sus fisgones vecinos, en breve un robot manchego pueda cortarte el rollo, o incluso apuntarse a un ménage à trois, siempre que no pierda aceite.

Los curas, cuando entonces, se encargaban de comunicar a los padres de la chica que el mozo que la rondaba les iba a hacer abuelos en pecado. El sacerdote era el Jorge Javier Vázquez del pueblo, que invitado a una buena mesa se pasaba por el badajo el secreto de confesión. Con razón había más matrimonios, pues muchos llegaban al altar con el cañón de una escopeta apuntando mismamente a la quinta dorsal. Ahora en cambio, en nuestra sociedad de la imagen, la parroquia se ronda en el diario de Patricia, a veces con consecuencias funestas. Además, los curas salen a la calle pancarta en mano, mientras que los obreros ya no se manifiestan ni el primero de mayo, pues prefieren pasar el puente en el atasco, limitándose a rogarle a su virgen, si es que todavía queda alguna, que se queden como están. Menos mal que por la gracia de Dios, hace treinta y dos años que el vigía de occidente ya no está para suplantarlo.

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