Cuentan los eruditos del séptimo arte, que cuando Gene Kelly interpretó en Cantando bajo la lluvia uno de los números musicales más célebres nunca filmados, lo hizo con cuarenta de fiebre. Además de valorar que el hombre no lo hizo nada mal, deberíamos de constatar que fue el sí de la chica que le ponía pastueño, lo que le provocó semejante estado de euforia. Son precisamente esa clase de emociones las que logran que nos sintamos vivos. Aquéllas con que nos desaparecen, repentinamente, las artritis, las jaquecas, y hasta las jodidas almorranas. Son ocasiones en que te sientes tan feliz, que hasta te atreverías a emular a Fred Astaire, a Ginger Rogers o, ya venido muy arriba, a la mismísima Esther Williams en Escuela de sirenas. Pero lamentablemente son momentos muy efímeros, porque enseguida vuelves a sentirte culpable por lo que no hiciste, y a preocuparte por lo que puedas hacer.
Supongo que Luz también habrá experimentado en su vida esos instantes en que uno cree que fue feliz, interrumpidos siempre prematuramente por una llamada inoportuna o por la factura con la reunificación de deudas. Hasta que llega un día de tantos y te dicen, “Oiga, mire, que tiene usted la larga enfermedad”. Entonces se paran todos los relojes, hasta los suizos. Y cuando el paciente ha pasado las diversas etapas anímicas tan estudiadas en los tochos de psiquiatría, sólo le queda una: vivir. No piensa si realmente la enfermedad será larga o corta. Sólo piensa en vivir. Y vivir es vivir el presente, pues el pasado ya pasó y el futuro quién sabe. La vida es hoy, es ahora. Luz lo ha querido dejar muy claro en su nuevo disco, con el título del primer sencillo que ya suena en todas las radios: Sé feliz.
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