miércoles, 28 de noviembre de 2007

Cavando con Scorsese

Se acaba de presentar en Madrid la campaña publicitaria de Freixenet para las próximas fiestas navideñas. El clásico anuncio protagonizado por actores, cantantes o modelos, es sustituido por otros del director italoamericano Martin Scorsese, rodados en la capital del mundo, Nueva York. Según dicen, los directivos de la empresa catalana le han impuesto que no ruede escenas violentas, lo cual parece razonable, pues conociendo a este director no sería de extrañar que las gachís aburbujadas guardasen un revólver en el escote, junto al décimo de lotería. Sería apoteósico que Freixenet se enfrentase a su máxima competidora, Codorníu, contrarrestando su bucólica imagen de los fuegos artificiales en el castillo de Peralada con la contundencia del fuego cruzado entre burbujas en pleno corazón del Bronx.

Pero me temo que la máxima licencia que se permita pueda consistir en que el chico de la gorra nos dispare con el corcho de la botella en un ojo. Aun así, este director es el ideal para rodar anuncios de fechas tan familiares. Nadie como él ha trasladado al celuloide las tensiones que se viven en las familias por antonomasia: las de la mafia. No debemos olvidar que la navidad suele ser la culminación de un año de trifulcas porque la gente, en el fondo, no se puede ni ver. A pesar de ello, cuando el Corte Inglés inaugura en octubre las fiestas tú empiezas a patearte las tiendas, mientras te preguntas dónde hará las compras navideñas Zapatero, para atreverse a decirnos que la cosa de los dineros nos va muy bien. Hasta que una tarde de sábado, la visa te dice que ya no puede más, y acabas en una tienda de otra mafia, la china, comprando los regalos de la suegra y de otros familiares de similares afectos. Allí es donde constatas que este año los Reyes Magos sí que van a venir de Oriente.

Por fin, tras dos meses de agonía, llegan tan entrañables fechas en que nos acordamos con tristeza de quienes se marcharon. Y la suegra, a lo suyo, pretendiendo que tú también engroses esa nómina de difuntos, ofreciéndote unos huevos rellenos de nunca has sabido qué. Los papás, a su vez, se cruzan dardos envenenados presumiendo de las notas de sus niños, mientras chupan afanosamente cabezas de langostinos. Progenitores que son, sin duda, el mejor exponente del hampa. Pero no del inmortalizado tantas veces por Scorsese, sino de las asociaciones de madres y padres de alumnos víctimas del nuevo sistema educativo, de ahí la hache.

Al menos me consuelo pensando que este tierno retablo familiar debe de ser internacional, incluido el pobre cuñado basculándose una botella de cava o de garrafón, lo importante es olvidar. Seguramente sólo nos diferenciaremos en que, mientras en Alemania escuchan a Peter Alexander cantando Stille Nacht o en Estados Unidos a Frank Sinatra entonando White Christmas, aquí optamos por los peces en el río de Manolo Escobar. Pero lo importante es que, una vez más, volveremos a brindar porque el año que viene podamos seguir llevándonos a tiro limpio. Feliz navidad.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Luz

Cuentan los eruditos del séptimo arte, que cuando Gene Kelly interpretó en Cantando bajo la lluvia uno de los números musicales más célebres nunca filmados, lo hizo con cuarenta de fiebre. Además de valorar que el hombre no lo hizo nada mal, deberíamos de constatar que fue el sí de la chica que le ponía pastueño, lo que le provocó semejante estado de euforia. Son precisamente esa clase de emociones las que logran que nos sintamos vivos. Aquéllas con que nos desaparecen, repentinamente, las artritis, las jaquecas, y hasta las jodidas almorranas. Son ocasiones en que te sientes tan feliz, que hasta te atreverías a emular a Fred Astaire, a Ginger Rogers o, ya venido muy arriba, a la mismísima Esther Williams en Escuela de sirenas. Pero lamentablemente son momentos muy efímeros, porque enseguida vuelves a sentirte culpable por lo que no hiciste, y a preocuparte por lo que puedas hacer.

Supongo que Luz también habrá experimentado en su vida esos instantes en que uno cree que fue feliz, interrumpidos siempre prematuramente por una llamada inoportuna o por la factura con la reunificación de deudas. Hasta que llega un día de tantos y te dicen, “Oiga, mire, que tiene usted la larga enfermedad”. Entonces se paran todos los relojes, hasta los suizos. Y cuando el paciente ha pasado las diversas etapas anímicas tan estudiadas en los tochos de psiquiatría, sólo le queda una: vivir. No piensa si realmente la enfermedad será larga o corta. Sólo piensa en vivir. Y vivir es vivir el presente, pues el pasado ya pasó y el futuro quién sabe. La vida es hoy, es ahora. Luz lo ha querido dejar muy claro en su nuevo disco, con el título del primer sencillo que ya suena en todas las radios: Sé feliz.

Pasamos la vida en trabajos que aborrecemos, aguantando a gente que no vale ni para tomar por #!!@&, etc., etc., postergando para mañana lo que nos gustaría hacer hoy. Pero el mañana nunca llega. Y aunque los libros de sabiduría nos aseguren que sólo hay dos formas de crecer espiritualmente, el entendimiento y el sufrimiento, raro es el caso de quien despierta de la primera manera y no de la segunda. Probablemente por ello Luz nos exhorta ahora a que seamos felices, abandonando nuestra vida tóxica. Quizá, el secreto de vivir no consista más que en sentir esas emociones que nos acercan a lo que llaman felicidad. En que saques a la pista de una puñetera vez a la vida, y así, amarraditos los dos, por fin podáis bailar a la luz de la música de tus sueños, aunque tú no seas Gene Kelly ni Hollywood la España de Zapatero. Pero está en ello.

Eye in the sky

Cuando te despides de ella entre lágrimas, te quieros y abrazos, y después aguardas a que su avión despegue, incumpliendo la promesa que le hiciste de marcharte con el último cruce de vuestras miradas. Cuando tras recorrer los escaparates de media ciudad buscando aquello que tanto le gusta, te decides a entrar en una tienda y pedir que te lo envuelvan para regalo. Cuando os dáis vuestro primer beso en su portal, intercambiando por fin algo más que el número de móvil. Cuando sacas dinero de un cajero y te dices que de salud y amor andas muy bien, gracias. O cuando te da un apretón y decides irte de putas por el centro de Madrid. Siempre están ahí, observándote. Son las cámaras de vigilancia, también llamadas de seguridad.

Saben que en el fondo eres bueno, que todos lo somos. Pero también un peligro en potencia. Nunca se sabe ni dónde ni cuándo puede surgir quien se atreva a atentar contra el orden establecido. Por eso hay que estar prevenidos y fiscalizan todos tus movimientos: lo hacen por tu bien. Sólo quieren que vivas tranquilo, como un gregario más, conforme y feliz con su hipoteca. Te han convertido en un código de barras que consume, siendo poco más que el paquete de garbanzos que te pasa la cajera por el lector. Pero a los garbanzos no les besan ni les dan la mano en las campañas electorales de nuestra democracia. Así que no te quejes, que ahora estamos mejor. Antes la gente temía al ojo omnisciente de Dios y de la Brigada Social, en aquellos tiempos lo mismo. Sin embargo, hoy sólo tememos a la hipoteca y el mobbing, que también brean lo suyo, no te vayas a creer. A eso, y a que en breve no nos podamos despedir dándonos el lote como el altísimo siempre ha mandado porque, además de sus fisgones vecinos, en breve un robot manchego pueda cortarte el rollo, o incluso apuntarse a un ménage à trois, siempre que no pierda aceite.

Los curas, cuando entonces, se encargaban de comunicar a los padres de la chica que el mozo que la rondaba les iba a hacer abuelos en pecado. El sacerdote era el Jorge Javier Vázquez del pueblo, que invitado a una buena mesa se pasaba por el badajo el secreto de confesión. Con razón había más matrimonios, pues muchos llegaban al altar con el cañón de una escopeta apuntando mismamente a la quinta dorsal. Ahora en cambio, en nuestra sociedad de la imagen, la parroquia se ronda en el diario de Patricia, a veces con consecuencias funestas. Además, los curas salen a la calle pancarta en mano, mientras que los obreros ya no se manifiestan ni el primero de mayo, pues prefieren pasar el puente en el atasco, limitándose a rogarle a su virgen, si es que todavía queda alguna, que se queden como están. Menos mal que por la gracia de Dios, hace treinta y dos años que el vigía de occidente ya no está para suplantarlo.

¿Comida basura?

El pasado viernes por la noche, Cuatro emitió un estremecedor reportaje en su programa Callejeros. En él pudimos ver, sin sutilezas ni ambages, el medio de subsistencia de decenas de miles de personas en nuestros país. Cuando llega la noche, un gentío se concentra a las puertas de los supermercados y demás centros de alimentación, aguardando sus contenedores de basura con la comida que desechan. Envases rotos o abollados, alimentos en el límite de su fecha de caducidad, productos, en definitiva, que saben que no van a ser comprados por sus clientes, son tirados por los comercios y comidos por muchos ciudadanos. Personas como tú y como yo, que la gran mayoría tuvieron una familia, un hogar, un futuro, una pareja..., que por diversas circunstancias han acabado viviendo en la indigencia, y que salen en plena noche a comer nuestra basura, mientras nosotros dormimos a pierna suelta.

El umbral de la pobreza se sitúa actualmente en los 6.000 euros anuales. Cerca de diez millones de ciudadanos que residen en nuestro país viven por debajo del citado umbral. Entre ellos, se encuentran la mitad de nuestros ancianos. Mientras, los beneficios empresariales han crecido un 73% en la última década, el doble que la media europea. Sin embargo, de los sueldos, qué te voy a contar de ellos que tú no sepas. Ante semejante cuadro, seguimos mirando hacia otra parte, quizá por lo de los ojos que no ven. Preferimos no ver a quienes desean dejar de ser invisibles para que su corazón pueda sentir que, a pesar de todo, merece la pena continuar. Olvidamos que ellos son también nosotros, aunque no tengan monovolumen, apartamento en Torrevieja o hipoteca por no beber leche Pascual. Salvo que encuentren un cartón caducado en nuestro contenedor y les toque una cadena perpetua, qué suerte.

Dichosos quienes podemos seguir viviendo dignamente, aunque ya veremos hasta cuándo. Mientras seguimos perdiendo el tiempo y las energías, defendiendo a los de una trinchera y atacando a los de la otra, ellos nos están esquilmando. Como enésima prueba del latrocinio político que estamos sufriendo, los dos ministros que han estudiado en la última década cómo hacernos nuevos agujeros, para apretar más aún nuestros sufridos cinturones, ya no caben en sí mismos. Ojalá las víctimas más indefensas de este neoliberalismo, que hoy se alimentan de nuestras basuras, logren despertar la miserable conciencia de la humanidad. Un mundo mejor debe y puede ser posible. Como afirma el sabio José Luis Sampedro: "Vivimos en una sociedad, muy rica en conocimiento científico y enormemente pobre en sabiduría, que es el arte de vivir, de llevar al colmo las potencialidades de la existencia humana".

Fragmentos del reportaje ¿Comida basura?

jueves, 15 de noviembre de 2007

Alfredo Landa

Persiguió suecas en Torremolinos y un futuro mejor en Alemania. Fue mariquita de día y ligón de noche, novio decente en el pueblo y Rodríguez trasnochado en la capital. Sufrió las humillaciones de un terrateniente y disfrutó la gloria de una quiniela de catorce. También fue militar en distintas plazas, delincuente de poca monta, cura de buen corazón, gasolinero y detective privado, así como otros muchos personajes de los gremios más variopintos. Para la historia y el Espasa ha dejado todo un género, el landismo, con esas guiris que por mucho que les gritásemos no entendían lo que les decíamos, pero sí lo que pretendíamos. Aprendimos con él que ellas sólo querían sol y manzanilla, y que de tocarles algo únicamente podrían ser las castañuelas, y olé. Si un día revisásemos en orden cronológico su vastísima obra cinematográfica, podríamos comprobar cuánto hemos cambiado: de la España del boom turístico de los sesenta a la del boom inmobiliario del siglo XXI. Menuda ostia nos vamos a dar.

Pese a ser uno de los más grandes, se nos ha retirado sigilosamente. Como esos silencios con los que ha expresado tanto en el final de su grandiosa carrera, él, que en sus comienzos era tan dado a hablar y gesticular. Pero cuando alguien logra llegar a la cumbre, descubre atónito que las palabras no eran necesarias para expresar las emociones que forman parte de nuestro inconsciente colectivo. Una mirada, un beso, una caricia, un guiño, una sonrisa... pueden decirlo todo sin decir nada. Nuestro cine ha acabado hallando en él a uno de sus mejores ancianos, que como ya nadie los escucha porque chochean, se acaban especializando en silencios, sin duda mucho más sabios que las palabras de quienes les hacen callar. En esto, también ha sido un maestro.

Cuando suba al escenario para recoger el Goya de Honor por toda su carrera, estarán siendo homenajeadas las 133 películas en que participó, así como toda una época de nuestro cine y, por tanto, de nuestras vidas. Recordaremos la España que fuimos y en la que hoy no queremos reconocernos pues, a pesar de todo, estamos mejor que entonces. Su homenaje lo será también a un país que fue aprendiendo a vivir como este genial cómico a actuar: de manera autodidacta, a trompicones, timoratamente, intentando caer de pie con suerte desigual. Varias generaciones hemos reído y llorado con sus personajes tiernos y viscerales, aunque actualmente pocos admitan seguir haciéndolo, pues ahora todos somos de arte y ensayo en versión original. Hoy, ya sólo nos queda darle las gracias por haber sabido entendernos tan bien, por interpretarnos con un cariño que jamás le podremos devolver, y por haber dedicado toda su vida a hacer menos infeliz la de los demás.

Por el humo se sabe...

El pasado domingo, muchos miles de madrileños se despidieron de familiares y amigos a quienes estuvieron gorroneando durante tres días maravillosos. Sus impecables anfitriones, hasta el mismo momento de la emotiva partida, se afanaron en llenar de provisiones el maletero del monovolumen y de chismorreos el viaje de regreso. Así, entre chorizos culares y embarazos no deseados, no hay duda de que hicieron la caravana mucho más amena a la marabunta castiza, la cual siempre ha tenido querencia a tirarse a las autovías, especialmente cuando las Almudenas, solas, celebran su santo un viernes. Eso sí, como penitencia por haberse saltado la procesión de su patrona, el sufrido dominguero madrileño sabe que le espera otra laica a las puertas de su ciudad. Con lo bonitas que le quedan a Rouco.

Cuando el atasco se va diluyendo, bien por agotamiento, bien por la inercia que permite que las cosas acaben funcionando, comenzamos a divisar el cielo ceniciento de Madrid. El nuevo skyline de la capital, que dirían los cursis, se caracteriza ahora por cuatro torres que, incluso en domingo, apenas se pueden distinguir. Sólo desde la distancia podemos contemplar en todo su esplendor esa grandiosa franja de polución que nos separa de las nubes. Quizá ésta sea la viva imagen del purgatorio para unas ánimas que viven diariamente zarandeadas en el metro, el autobús, la oficina, el supermercado y hasta en misa para ser el primero en llevarse una hostia a la boca. A veces me pregunto si el humo que respiramos procede sólo de los motores de los coches y de las calefacciones, o también de nuestros explotados cuerpos.

Para evitarnos más quebraderos de cabeza, que bastante tenemos ya con haber sobrevivido a otro puente, hemos sabido que nuestro filantrópico alcalde nos oculta la verdad sobre la calidad del aire que respiramos. Paradójicamente, a los pocos días de conocerse esta noticia, se le ha llenado su flamante chamizo de ratas. Quizá no exista mejor alegoría para lo que suele ocurrir cuando se soterra la mierda bajo alfombras que no vuelan, pues Madrid no es el lejano Oriente ni Gallardón es Aladino. Como mucho un flautista aficionado, al que en pleno éxtasis musical han interrumpido las inoportunas ratas, justo cuando estaba aplaudiéndose a sí mismo en su despacho imperial. Sus sufridos contribuyentes, mientras, intentaremos seguir sobreviviendo con el consuelo de que, por el santo de las Conchas, podremos volver a fugarnos a un sitio con mejor bienvenida. Aquí nos esperan un Madrid envenenado, los madrileños echando humo, y Gallardón persiguiendo a escobazos por su nuevo Alcázar a las ratas que, como nuestra polución, tampoco se van de puente.

Feliz cumpledías

Una vez escuché a Antonio Gala decir: “No llenes tu vida de días; llena tus días de vida”. Seguramente mañana, o la semana que viene, o dentro de seis meses, será tu cumpleaños. Ese día esperas que se acuerden de ti, te llamen por teléfono, e incluso te digan que te quieren con más vehemencia de lo habitual. Si aún te lo dicen, claro. Probablemente abrirás regalos, soplarás velas, te harán pedir un deseo... Pero al día siguiente, también probablemente, vuelvas a sentir que vives cumpliendo una condena. Treinta y siete años y un día, sesenta y dos años y un día. Evito decir veinte años y un día, porque la juventud, “la única enfermedad que se cura con el tiempo” que dijo Oscar Wilde, no debería de ser todavía el momento de sentir la angustia vital de la soledad acompañada.

Pero una vez más me equivoco. Otra teoría al garete, chaval. Los psiquiatras ya empiezan a reclutar tantos pacientes menores de edad como sus colegas dentistas. Para quedarse con la boca abierta aunque no te vayan a meter el torno. Antes, sólo los padres se deprimían, por el sufrimiento para sacar a sus vástagos adelante. Ahora, los hijos también se deprimen, porque a menudo acaban convirtiéndose en el loquero de sus progenitores. Así no es de extrañar que desde muy jóvenes puedan ser carne de salud mental. Y todo desde que muchos padres estresados, sin previo aviso en el programa de mano, confunden a cualquiera de sus churumbeles con una calavera. Justo cuando el crío había alcanzado el nirvana en una prospección nasal rutinaria, su oportuno padre decide imitar al príncipe de Dinamarca, pero en versión cañí. Eso traumatiza cantidad, incluso sin leotardos.

Quizá nuestro gran problema consista en que este mundo nos venga grande, porque se nos esté exigiendo más de lo que podemos y debemos dar. Sólo somos seres humanos que se equivocan continuamente, deambulando con el alma hecha jirones de miedo y culpa. Pero tú no eres culpable de nada. Por muchos errores y críticas que hayas coleccionado en tu paseo terrenal, al final, sólo quedarán las cosas buenas que hayas hecho. ¿Te has preguntado alguna vez cómo sería la vida de tus seres queridos si tú nunca hubieses nacido? Esta cuestión existencial alumbró hace sesenta años el antidepresivo por excelencia, Qué bello es vivir. Si respondes honestamente a dicha pregunta, descubrirás que hay gente en este mundo para la que tú eres su George Bailey particular. Y seguirás siéndolo porque, a pesar de todo, sabes que eres una persona buena. Quizá así no vuelvas a desear que llegue el día en que hasta tu suegra hablaría bien de ti, y podremos celebrar juntos el de hoy como el mejor de todos. Felicidades.

martes, 6 de noviembre de 2007

Nadie es perfecto

Anoche, por gentileza de un vecino, tuvimos concierto de Serrat. El disco no era de los más conocidos, pues no cantaba a Miguel Hernández o a Machado, ni siquiera a Penélope o a Lucía cuando aún creía que eran mozuelas. Sin embargo, esas estrofas del noi de Poble Sec sirvieron para que mi pequeña calle fuese lírica por una vez, ya vale de tanto Camela. Entré ya comenzado en el improvisado recital, pero enseguida me prendé de una canción hermosa y triste, sobre el recuerdo de un amor que pudo haber sido y no fue. Personajes solitarios, vidas cruzadas, calabazas que acaban protagonizando un cuento sin final feliz. La Cenicienta siempre se larga con un potentado que tiene un chalé sin hipoteca en la Costa Brava. Así es la vida, tron.

Amamos, reímos, follamos (poco), lloramos, bramamos (demasiado), y entre tanto unos se meten con Rajoy y otros con Zapatero. Pobres seres humanos, que nos pasamos la vida etiquetando a todo cuanto nos rodea, empezando por nosotros mismos. Al menos nos queda el consuelo de que, a una mala, podremos ganarnos la vida en el Carrefour. Entre nuestras múltiples e inconfesadas aficiones, tampoco podemos obviar la de recomendar la óptica más cercana al pobrecito que no ve que tenemos razón, para luego indignarnos con un viajero que protesta porque con nuestra viga no hay manera de leer el periódico. Progre o facha tenía que ser, el muy desgraciado. Seguro que no se le levanta ni dándole palmas por soleares. Pero quien acaba jodido, y bien, eres tú. Luego vuelves a casa, y la pillas en la cocina, embadurnada de harina. Para que luego le diesen un oscar a Roberto Benigni por decir que la vida es bella.

La vida, es como los matrimonios de la tele pero sustituyendo las risas por sardinas, también enlatadas, aprovechando que no las han subido, todavía. Hoy, probablemente, tu jefe te volverá a mandar para ayer un informe más inútil que él, tus hijos no te llamarán porque no es el día de tu santo, o tu marido te recordará que como mamá cumple años, el domingo tienes que comer paella en casa de tu suegra. Es entonces cuando surge en ti, repentinamente, la tentación de adentrarte en el mercado negro para agenciarte un Kalashnikov sin silenciador. Por una vez que estás dispuesto a liarla, que disfruten también los vecinos de la mascletá, e incluso, si sobra munición, puede que la gastes en ellos, que en la última junta te quedaste con algunas de sus caras. Pero al final, una vez más, te vuelves a acobardar. Mañana será otro día, piensas. Y optas por seguir escuchando las miserias humanas que, bien cantadas, tampoco parecen tan malas.

viernes, 2 de noviembre de 2007

La soledad del genio

En su infancia son felicitados por sus excelentes notas, suscitando a partes iguales envidias de sus compañeros y aplausos de sus profesores. Son como los demás críos de su edad, con ansias de juegos y diversión, de ponerse el tazón de leche por montera. Pero demasiado pronto descubren que los Reyes Magos son los padres, y que la vida no es como la soñaron en tantas tardes de lluvia, junto a su leal amigo imaginario. Esa portentosa imaginación, entonces, surcaba los cielos estrellados de las infinitas galaxias, cuando ellos todavía se sentían queridos. Volar era posible, pues en su vocabulario vital aún no habían irrumpido palabras como miedo o rechazo. Mientras, a los preocupados padres, les tranquilizaban con el diagnóstico de que el único problema del niño consistía en que era muy inteligente, por eso coleccionaba dieces como otros sellos.

Al llegar a la adolescencia, el superdotado comienza a sentir algo que no puede ni se atreve a explicar, pues no quiere seguir fomentando su imagen de rara avis, de inadaptado social. Él se sabe distinto. Ni mejor ni peor que los demás, simplemente distinto. Quizá es su portentosa inteligencia, su extraordinaria sensibilidad, su capacidad para ver un poco más allá. No lo sabría asegurar. Lo que sí sabe es que sólo tiene dos opciones: atentar contra su propia naturaleza saboteándose, optando por ser el más ciego entre los ciegos y así poder sobrevivir, o seguir siendo él mismo aun a riesgo de ser invisible para un mundo al que ama, pese a no ser correspondido. Desgraciadamente, la gran mayoría se decantan por la primera opción, pues las presiones sociales y familiares son demasiado fuertes como para atreverse a ser una isla en un océano competitivo que no entienden, porque las zancadillas, los peloteos y las envidias nunca formaron parte del universo del talento.

Siempre se dijo que es muy fina la línea que separa la genialidad de la locura pero, ¿cómo no van a volverse locos quienes sabiendo que pueden aportar tanto, son maltratados por una sociedad que rechaza todo aquello que no comprende? Ellos podrían escribir las mejores líneas para la historia de un país que, sistemáticamente, ha repudiado a muchos de sus mejores talentos. Esas dos Españas necias, ruines, envidiosas, que siempre disfrutaron más con la derrota ajena que con el éxito propio. A Soledad, a Mercedes, a Nicolás y a tantos otros superdotados de este reportaje, sólo les queda intentar recuperar la seriedad con que jugaban de niños, que decía Nietzsche, cuando todavía eran ellos mismos. Probablemente ésa sea la única fórmula para alcanzar su felicidad, aunque tengan que seguir jugando solos. Los locos de este lado siempre estaremos en deuda con ellos.

Las palabras

Un senador del PNV va a solicitar a la Ministra de Educación que en todas las escuelas españolas se impartan el catalán, el euskera, el valenciano y el gallego. El responsable de tan brillante idea responde al nombre de Javier Maqueda tanto en Cataluña, Euskadi, Comunidad Valenciana y Galicia como en una tienda de Todo a cien. Al parecer su única pretensión es conseguir un compromiso serio del Gobierno Central con el plurilingüismo. Quizá dentro de una década hayamos logrado que nuestros jóvenes no sepan hablar en cinco lenguas distintas. A eso lo llamo yo educar a la ciudadanía. No sabrán hablar, pero ayudarán a cruzar a las viejecitas y llamarán señor magrebí a los oriundos de Marruecos.

Quizá lo que persigan nuestros próceres sea que los votantes ignoren que sus políticos son unos impresentables, como si creyésemos ahora que no lo son. Y qué mejor forma de conseguirlo que académicamente, demoliendo un sistema educativo tras otro y, por si quedase algo en pie, dinamitarlo con un plurilingüismo regional. De seguir así, no sería de extrañar que acabemos comunicándonos mediante un tam-tam con bluetooth de serie. Aunque mientras Bill Gates no invente otra cosa, las personas tendremos que apañarnos con las palabras para comunicarnos. Palabras que además son, por suerte o por desgracia, las únicas herramientas de que disponemos actualmente para pensar. La libertad de cualquier ser humano, incluso de un español, depende en gran medida de que pueda articular razonamientos por sí mismo. Y para ello es indispensable que domine a la perfección la lengua con la que piensa, que normalmente suele ser la materna.

Hoy, se estila mucho que nos quejemos de lo mal que está la televisión, pero las audiencias no engañan, como el algodón y el Predictor. Es de suponer que alguien verá Gran Hermano, Escenas de Matrimonio y las salsas de distintas colores que no se cortan ni con ácido clorhídrico. Para más inri, los programadores televisivos esgrimen en su defensa que ellos sólo le ofrecen a la audiencia lo que ésta pide. Pero lo que no dicen es que la clase política tiene un interés desmedido por lograr que la gente sólo sirva para ver el rebaño de Gran Hermano y escuchar el corral del Koala. Fauna toda ella que, por cierto, me pregunto si no hablará en alguna lengua muerta. Aunque aquí lo único que importa, al final, es que el buen ciudadano repita lo que le dice su radio cada mañana, mientras se afeita o depila el bigote, como quien recita la tabla del tres.

jueves, 25 de octubre de 2007

Desmantelando la Sanidad Pública

La Voz de Galicia ha publicado una indignante entrevista con Manuel Martín, portavoz de la Plataforma de Defensa de la Sanidad Pública. En ella revela lo que todos ya sabíamos: la doble dedicación de muchos de nuestros médicos, por la mañana en la Seguridad Social y por la tarde en consulta privada. Este médico afirma que los pacientes que acuden al chiringuito particular que tiene montado el galeno de turno, después son colados en las listas de espera públicas. Y si les regalas un jamón, a ser posible de bellota pues los médicos suelen ser de morro fino, con suerte hasta te hacen un 2x1 quirúrgico. Lagarto, lagarto.

Lo más sorprendente de esta realidad que todos conocemos y hemos sufrido, aunque no aparezca en los telediarios, radica en que esta práctica es ilegal. Pero aquí no pasa nada, y si pasa, se le saluda. Al parecer, cientos de médicos españoles desatienden a diario y premeditadamente sus consultas matinales. Su único objetivo es que todos aquellos bichos raros que quieran dejar de estar enfermos, acaben pasando por su caja, que el fin de año en Baqueira sale por un pico. Y el que no pueda pagárselo que le atienda Vilches, ahora que ha salido de la trena, donde todos estos doctores corruptos deberían estar.

Estamos asistiendo a un progresivo desmantelamiento de nuestra Sanidad Pública, que antaño fue una de las mejores del mundo. De hecho, los nuevos hospitales de la red sanitaria madrileña van a externalizar las pruebas analíticas. Lo que no sabemos es si serán los pacientes quienes deban pasear el botecito por todo Madrid, o ya se encargarán en el hospital de hacérselo llegar al laboratorio. Visto cómo está el patio, no sería de extrañar que acogiéndote a la primera opción te puedan ofrecer número para operarte de varices en el 2010, aunque todavía no las padezcas. Es lo que se podría denominar medicina futurista, pues de tanto paseo con el botecito y tanto esperar de pie, seguro que te acaban saliendo. Y que luego digan algunos agoreros que no progresamos...

Para ahorrar gastos probablemente acaben pidiéndonos que llevemos la orina en una botella de vino, eso sí, de vidrio, que es reciclable. Y que conste que esto último no es fruto de mi imaginación, porque siendo adolescente presencié atónito cómo una enfermera abroncaba a un anciano pobre por ese motivo. Se notaba que el hombre no era usuario de consultas vespertinas, pues tuvo la poca delicadeza de llevar su muestra urinaria en una botella del Tío de la bota. Un paciente con clase lo hubiese hecho en una de Moët Chandon, pero siempre tras habérsela basculado el agradecido especialista de pago a la salud de Hipócrates.

viernes, 19 de octubre de 2007

La Canada Real

Desde hace décadas la miseria al por mayor crece entre incineradoras, vertederos y escombreras. Los parias de la tierra que genera Madrid suelen acabar en el mayor terreno ocupado ilegalmente de toda España. Allí no existe la propiedad privada, ni los impuestos, ni tan siquiera los concejales. Como no todo iban a ser buenas noticias, la Cañada ha acabado siendo el mayor hipermercado de la droga de toda la Comunidad de Madrid, con decenas de narcos que se han instalado en chalets a tutiplén. La pacífica ciudad sin ley de antaño se ha convertido en la mayor concentración de drogadictos por metro cuadrado del país, como consecuencia del desalojo del poblado de las Barranquillas.

Según denuncia la Gerencia de Urbanismo, cada tres días surge una vivienda nueva en la Cañada. Pero la propia Administración, paradójicamente, es quien más incumple la ley. Al parecer estaría prohibido que unos 4.000 camiones la atraviesen diariamente o que se pueda verter nada allí. A mediados de los noventa la Comisión Europea calificó la Cañada Real como “un delito ecológico sin precedentes en el continente”. Y nosotros, ciudadanos de a pie, podríamos calificarla también como “el poblado de la injusticia”, y no sólo porque allí se incumpla la ley cada minuto.

Los informativos en televisión están poniéndose las botas con las espectaculares imágenes que están grabando a diez kilómetros del Pirulí. Probablemente alguno de los talentos de TVE que está recortando la plantilla, pero no su propio sueldo, esté planteándose suprimir la corresponsalía en Oriente Medio, que sale por un pico. Bastaría con mandar a la Cañada a Agustín Remesal con el abono transportes y un casco quitamultas, que de la ambientación ya se encargan los lugareños y la policía. La violencia está siendo el gran reclamo para los medios de comunicación, pues vende más una pedrada de moro que una china de hachís.

Bajo ese ambiente prebélico más propio de Gaza que del extrarradio de una capital europea, subyacen dos dramas ante los que solemos mirar hacia otro lado. Por una parte la pobreza, pues sus habitantes son la escoria de una sociedad que pretende depurarlos junto a una incineradora. Y por otro la delincuencia y la drogadicción, consecuencia directa de la citada miseria. Aun así, sus desesperados habitantes están dando a todos los telespectadores una sobrecogedora lección de solidaridad. Un concepto que para ellos todavía conserva intacto su auténtico significado. Nosotros podemos seguir votando a la presunta izquierda, leyendo El País o Público, declarándonos progresistas e insultando a Bush y a Aznar. Pero mientras la indigencia siga creciendo en nuestras cloacas, suplico que ningún hipócrita me hable solemnemente de igualdaz o solidaridaz, que cambio de canal.

Desde hace décadas la miseria al por mayor crece entre incineradoras, vertederos y escombreras. Los parias de la tierra que genera Madrid suelen acabar en el mayor terreno ocupado ilegalmente de toda España. Allí no existe la propiedad privada, ni los impuestos, ni tan siquiera los concejales. Como no todo iban a ser buenas noticias, la Cañada ha acabado siendo el mayor hipermercado de la droga de toda la Comunidad de Madrid, con decenas de narcos que se han instalado en chalets a tutiplén. La pacífica ciudad sin ley de antaño se ha convertido en la mayor concentración de drogadictos por metro cuadrado del país, como consecuencia del desalojo del poblado de las Barranquillas.

Según denuncia la Gerencia de Urbanismo, cada tres días surge una vivienda nueva en la Cañada. Pero la propia Administración, paradójicamente, es quien más incumple la ley. Al parecer estaría prohibido que unos 4.000 camiones la atraviesen diariamente o que se pueda verter nada allí. A mediados de los noventa la Comisión Europea calificó la Cañada Real como “un delito ecológico sin precedentes en el continente”. Y nosotros, ciudadanos de a pie, podríamos calificarla también como “el poblado de la injusticia”, y no sólo porque allí se incumpla la ley cada minuto.

Los informativos en televisión están poniéndose las botas con las espectaculares imágenes que están grabando a diez kilómetros del Pirulí. Probablemente alguno de los talentos de TVE que está recortando la plantilla, pero no su propio sueldo, esté planteándose suprimir la corresponsalía en Oriente Medio, que sale por un pico. Bastaría con mandar a la Cañada a Agustín Remesal con el abono transportes y un casco quitamultas, que de la ambientación ya se encargan los lugareños y la policía. La violencia está siendo el gran reclamo para los medios de comunicación, pues vende más una pedrada de moro que una china de hachís.

Bajo ese ambiente prebélico más propio de Gaza que del extrarradio de una capital europea, subyacen dos dramas ante los que solemos mirar hacia otro lado. Por una parte la pobreza, pues sus habitantes son la escoria de una sociedad que pretende depurarlos junto a una incineradora. Y por otro la delincuencia y la drogadicción, consecuencia directa de la citada miseria. Aun así, sus desesperados habitantes están dando a todos los telespectadores una sobrecogedora lección de solidaridad. Un concepto que para ellos todavía conserva intacto su auténtico significado. Nosotros podemos seguir votando a la presunta izquierda, leyendo El País o Público, declarándonos progresistas e insultando a Bush y a Aznar. Pero mientras la indigencia siga creciendo en nuestras cloacas, suplico que ningún hipócrita me hable solemnemente de igualdaz o solidaridaz, que cambio de canal.

jueves, 18 de octubre de 2007

Los pisos de Don Ramón

De orden del señor Gallardón se hace saber que a Sarkozy le han devuelto el rosario de su madre, que el PP no condena la placidez del franquismo, que el domingo Alonso espera que le arranque su Mercedes, que la Bolsa sube para los ricos y baja para los pobres, que en la Comunidad Valenciana ya no hay sequía, que los Beckham no están flipando en Los Ángeles, que María Teresa Campos ha vuelto sin Terelu, que esta noche hay expulsión en Gran Hermano, que se ha casado el hijo de una baronesa, que en un poblado chabolista de Madrid están a pedrada limpia, que los trenes siguen sin funcionar en Barcelona, y que en China a Carod Rovira también lo llaman Josep Lluís.

Extractadas ya las noticias de mayor interés para el futuro del pueblo español, hablemos en páginas interiores de un asunto anecdótico para los ciudadanos: la vivienda. El presidente del Real Madrid, Ramón Calderón, ha traído muchos hijos al mundo, como casi todos los ricos. Y como todo buen padre de familia, también se ha preocupado de su porvenir. Para ello, nada mejor que haberles conseguido viviendas protegidas a tres de sus vástagos, de edades comprendidas entre los dieciséis y los veinticuatro años, por la cuarta parte de su precio de mercado. Y eso que según reconoce una sentencia judicial, a día de hoy ninguno de los tres está viviendo en los pisos públicos que les ha agenciado su papá. Debe ser que como son de buena familia, o sea, de derechas y misa dominical, los hijos querrán seguir el modelo cristiano de llegar a los 33 años sin haberse emancipado, pese a que ya no tienen excusas para seguir viviendo en casa del presidente de Raúl.

Ahora que se habla tanto del homenaje al siete blanco, creo que quien realmente lo merecería es Don Ramón. Cada uno de los 220.000 madrileños que están en la lista de espera del IVIMA, podría aportar un euro para obsequiarle con uno de esos hermosos Oscars, paradigma del buen gusto, que antaño se estilaban con la leyenda “Al mejor padre”. Y quizá con el poco dinero que sobre, incluso podría comprarles otro par de áticos a sus desvalidos retoños. Aunque creo que a Esperanza Aguirre ya le quedan pocos en oferta, pues se los quitan de las manos, payo. Menudo padre rumboso, que hasta lleva a toda su prole a un palco VIP sólo para verle los bíceps a Nadal. Ojalá los nuestros tomen buena nota, ahora que se acerca la Navidad. Aunque me temo que este año en vez de pisos volverán a regalar un balón, y a ver si el chaval nos saca de pobres.

miércoles, 17 de octubre de 2007

La carta de ajuste

Cuando en España se hacía televisión, la carta de ajuste era la cortinilla catódica tras la que se cocinaba a fuego lento una programación que paliaba la precariedad de medios con ilusión y talento. Igual que hoy, que estamos llevando el ecologismo a tal grado de sofisticación, que reciclamos la basura para convertirla en televisión, como dijo Woody Allen. En aquellos tiempos de carta de ajuste y UHF, los peques éramos facturados a la cama con Calimero (y los más tarras con la familia Telerín). Nunca acabé de entender por qué entonces los mayores se quedaban hasta el final de la emisión, si siempre acababa igual: los acordes del himno nacional acompañando unas imágenes sin calcinar de la bandera española y la Familia Real.

A medida que la democracia fue abriéndose paso entre Tejeros y Rumasas, TVE aumentó sus horas de programación, para regocijo de los adoctrinadores de masas y cabreo de quienes veían las teles por detrás. No debemos olvidar que la paulatina desaparición de la carta de ajuste complicó la tarea de los servicios de asistencia técnica, pues fue creada para facilitar el trabajo a quienes por cambiar un condensador del viejo Telefunken te cobraban 12.000 pesetas de las de entonces y la voluntad. Ahora, los nuevos ventanos de diseño y extraplanos, como nuestros culos y nuestras almas, son tan inteligentes que se ajustan solos, aunque se averían igual. La única gran ventaja es que ya no hace falta hacerse un braguero en una ortopedia de la calle Carretas tras transportar uno de ellos.

Como actualmente se está imponiendo la TDT para ver frituras de basura en diferido, podrían habilitar un canal temático que emitiese permanente la carta de ajuste. Acompañada musicalmente por la programación de Radio Clásica o incluso de Radio Taxi, sería sin duda lo mejor de la parrilla televisiva española. Aunque me imagino que acabarían interrumpiendo a Tchaikovski o Camela, intercalando anuncios de aparatos domésticos de gimnasia o de cremas estéticas de baba de caracol, vendidos por gente que si dejase de sonreír se le saltarían todos los puntos.

Otro Sabina nos cantaría si lográsemos encontrar nuestro manual de instrucciones, perdido entre las facturas del gas y del taller del coche. Descubriríamos alborozados que si recuperamos la ilusión, jamás expirará nuestra garantía. Bastaría con resetear las programaciones automáticas de nuestras mentes, para volver a disfrutar como espectadores de la vida y sus días. Podríamos ver nuevamente la belleza, con su infinidad de brillos, contrastes y colores, sin necesidad de ser ajustados por nuestros servicios técnicos en la Seguridad Social. Pero si seguimos abiertos veinticuatros horas, como un vulgar cajero automático, será imposible el milagro. Hasta la caja más tonta necesita un descanso.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Gracias a la vida

Siempre se ha dicho que una línea muy fina separa la vida y la muerte. Unos metros, unos segundos, pueden ser decisivos para que permanezcamos o desaparezcamos de nuestra realidad espacio-tiempo, para que el espectáculo pueda continuar o bajemos definitivamente el telón de nuestro teatro ambulante. Si no hubiera estado allí aquella tarde, si hubiese frenado a tiempo, de no haber sido por esa vecina que me entretuvo contándome las matrículas de sus nietos... Cuántas veces habremos pensado en situaciones que comenzaron como simples anécdotas y acabaron decidiendo nuestras vidas. De cuántos trenes nos habremos bajado o subido en marcha, escribiendo así lo que la humanidad llama destino.

Somos más de seis mil millones de habitantes en el planeta. Mientras terminas de leer este artículo habrán muerto varios de ellos, por los que seguramente no tendrás que acudir a un funeral acompañando sentimientos, como si el dolor pudiera compartirse. Ayer, sin embargo, un país entero comenzó a preparar el luto mientras ponía la mesa. Y todo porque unos desgraciados se creyeron legitimados para fijar el día y la hora del final de la vida de uno de los ciudadanos del mundo. Algunos medios incluso anunciaron su muerte, y dos lágrimas cayeron sobre un plato de lentejas por quien, hasta ese momento, era sólo otro inquilino anónimo de la vida. Pero ésta ayer quiso ser benévola, y escoltó agradecida a quien a su vez arriesga la suya por la de los demás. Afortunadamente un hombre volvió a nacer, y como su madre no estaba en casa, que diría Gila, la llamó inmediatamente, eso sí, con un móvil.

De la desolación inicial pasamos a una súbita alegría. Contra todo pronóstico, la vida había ganado esta vez la partida a una muerte anunciada y segura. No sabemos si se salvó por la divina providencia o por la suerte, dependiendo del credo de cada cual. Pero sí que un inocente, una persona hasta ayer anónima, como tú y yo, podrá volver a su tierra llevado por sus propios pies y no por hombros ajenos. El destino no ha permitido que unos cobardes lo mataran cuando iba a regresar a casa. Mientras las ratas permanecen escondidas en sus alcantarillas, a la espera de nuevas y macabras órdenes, la libertad saldrá del hospital, chamuscada, eso sí, pero con entereza y la cabeza bien alta rumbo a Zaragoza. Allí estarán la Virgen del Pilar y su ofrenda de flores, los mantones de Manila, las jotas y los cachirulos, en una fiesta popular donde vecinos y visitantes nos juntaremos sin distingos, para celebrar un año más que la vida sigue. Menudos son los maños.

La leche

Ocurrió hace sólo unos días. Mis allegados ya me lo advirtieron, pero yo no les quise creer. Confiaba en que sólo fuesen rumores, truenos que se pierden lejanos al otro lado de las montañas mientras en estos prados todavía luce el sol. Fui el último en enterarme, como siempre: ella me era infiel con otro hombre más rico que yo. Pasé de la incredulidad a la desolación. Y lo peor es no que no puedo enfrentarme al que me la ha robado, pues los ladrones de guante blanco no dejan huellas. Supongo que le ha debido prometer un cencerro dorado y treinta días en Suiza, donde tendrá las cuentas que no paran de engordar a mi costa, ahora que le pago por ella un 20% más.

Yo siempre te fui fiel, vaquita mía. A diario encontré leche de otras vacas que intentaban flirtear conmigo, pero nunca me fui con otra. Te había cogido cariño tras varios años de un idilio lácteo ininterrumpido. No dimos ni un mal escándalo al Tomate, y nuestros allegados ya nos consideraban una pareja de hecho. Eras una más de la familia. ¿Por qué me has hecho esto? ¿Por qué el oro blanco que emanan tus esplendorosas ubres es hoy mucho más caro que hace una semana? Como veo que das la callada por respuesta quiero el divorcio. Espero que encuentres un empresario que te comprenda y te quiera más que nadie. Entonces yo daré la media vuelta y me iré con el sol cuando muera la tarde, como Los Panchos. Pero debes saber que me voy decepcionado contigo, en busca de otros pastos y otras ubres que se hayan vendido menos al capital. Me has traicionado con el patrono, con lo progresista que eras cuando nos conocimos cantando La Internacional, ¿recuerdas?

Pero debo enjugar mis blancas lágrimas y buscarme a otra, aunque no será fácil olvidarla. Como tampoco debería de olvidar la ley de memoria histórica a aquellas heroicas nodrizas de posguerra. Qué hubiese sido de muchas personas sin la leche de esas mujeres, que secaban sus pechos para amamantar a medio barrio y a un recluta goloso que estaba haciendo la mili en Colmenar. De esa época, incluso antes de que se apruebe la ley, ya se están recuperando las vacaciones de tortilla con moscas en el pantano, para desgracia de Viajes Marsans. Vuelven los tiempos de escaseces, a esta España que hoy paga lo mismo por un litro de leche que de gasolina. Eso sí, si nos viésemos obligados a elegir, yo preferiré tener un coche que un hijo. El plan Prever me dará quinientos euros más que el Gobierno, y además tendré la seguridad de que es mío.

viernes, 5 de octubre de 2007

Hombre rico, hombre pobre

Un chico de veinte años puede pasar los próximos siete enchironado. El motivo: robar cuatro euros, un móvil y el vale de un Burger King. No sabía yo que la comida basura pudiese salir tan cara. Sus familiares sostienen que el reo no estaba en el lugar de los hechos cuando se produjo el robo. Además cuenta con testigos que declararon estar con el inculpado en el momento del citado delito. El juez no ha valorado estos testimonios porque provienen de amigos o conocidos del acusado. Es decir, que de nada sirve tener una coartada que pueda ser corroborada por un familiar o amigo, especialmente si el inculpado es pobre.

Supongamos que este muchacho hubiese pasado la tarde sin ningún conocido, pero viendo un partido de fútbol infantil con cincuenta padres como espectadores, ¿de qué le serviría tener tantos testigos, si no los conoce y por tanto no podría contactar con ellos para que declarasen? Rechazar testimonios porque procedan del entorno del acusado es un atropello judicial. Al parecer su señoría ha valorado exclusivamente la declaración de los dos menores víctimas del atraco. Desconozco si el veinteañero será culpable, pero eso no es lo relevante. Lo sustancial es que a un joven le puedan destrozar la vida por un delito así.

Por si esta noticia no fuese lo bastante grave, leo otra igual de indignante, y que se complementa con la primera: “La temporalidad en España triplica la de la Unión Europea”. Casualmente Andalucía, la tierra del reo, y Extremadura, son las comunidades donde la temporalidad alcanza las cotas más altas. La precariedad laboral llega a tales extremos, que hasta la Administración pública contrata habitualmente los servicios de cualquier vergonzante ETT. Mientras, los beneficios empresariales se disparan a costa de las rentas de los asalariados. Es lo que nuestro terrorismo empresarial denomina eufemísticamente “optimizar recursos”.

Menos mal que nuestra sociedad está llena de madridistas, gente civilizada y de bien donde las haya. No como los pobres del Atleti, impresentables que contaminan con su sola presencia, como nos demuestra el anuncio del Metro de Madrid. Eso sí, la señora presidenta ha cesado inmediatamente a sus responsables. Una cosa es que todos sepamos que los pobres dan grima, y otra muy distinta que nos pitorreemos de ellos públicamente. Estas cosas hay que hacerlas con disimulo, como hace el presidente blanco. Sin riesgo de pasar por el trullo, da gusto conseguir viviendas públicas a tus más allegados. ¿Por qué se las tendrían que quedar los pobres, pudiendo trapichear con ellas los ricos? Desengáñate. En esta España, que en el telediario llaman de la justicia social, los cientos de Calderones y sus distinguidos entornos jamás serán juzgados como un vulgar ratero del Betis.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Algunas gotas buenas

Llueve. En algunos lugares arrecia. Las televisiones retransmiten desde las localidades afectadas por las tormentas. Casas y negocios inundados, vecinos achicando agua y mirones saludando a lo Ronaldinho. En otras partes del mundo, las lluvias causan estragos mucho mayores, asolando hogares que nunca lo fueron. Terremotos, huracanes e incendios también son útiles a los medios, que movilizan unidades móviles y hacen un directo desde las zonas damnificadas. Y cuando la naturaleza se toma un respiro, si es que le resulta posible con la contaminación que la asedia, siempre pueden echar mano de los sucesos.

Nueva vuelta de tuerca al caso de los McCann, que ya no el de Maddie, pues todos suponemos la suerte que ha corrido. Otra niña aparece muerta tras haberla perdido su padre en claro estado de embriaguez. Otra mujer asesinada por su expareja pese a la orden de alejamiento. Dictaduras emergentes y en decadencia, quemas de banderas y fotos, violadores, terroristas... Parece que en el mundo sólo ocurren cosas malas, por lo que estamos condenados perpetuamente a sufrir esta gota malaya mediática. No es de extrañar entonces que el pueblo soberano acabe optando por Borja Thyssen, Paquirrín, Cañita Brava y el porno duro de las cadenas locales. O que las máximas audiencias se concentren en las retransmisiones deportivas.

Hoy están llegando al mundo millares de nuevas vidas. Mientras miles de seres humanos se matan por petróleo, religión o un pedazo de tierra, varios millones copulan para que vengan muchos más, o por el simple placer de darle alegría a su cuerpo. En todo el planeta muchísimos médicos salvan vidas diariamente, aunque a unos pocos se les vaya la mano con el paciente o al culo de la enfermera. También hay gente que reza con devoción por la salud de los enfermos y la memoria de los que ya no pueden ver Escenas de matrimonio. Y padres que quieren a sus hijos, consumiendo con ellos el poco tiempo y energía que les quedan cuando regresan exhaustos a casa. E incluso románticos que todavía escriben cartas de amor porque creen en él, plagiando a Bécquer con metáforas tan manidas como necesarias.

Cuando hoy enciendas el televisor, te volverán a apabullar con las soflamas políticas de las marionetas de siempre, y con el banquete diario de crímenes, violaciones y guerras. Pero también puedes optar por apagarlo, y contemplar a tu gato, a tu cónyuge, o a ti mismo. Entonces descubrirías que no todo es tan malo, y que de vez en cuando resulta hasta saludable constatar que en el mundo queda muchísima gente como tú. Seres que todavía pueden sentir la silenciosa belleza que les rodea, pues también forman parte de ella. Aunque afuera siga lloviendo.

lunes, 1 de octubre de 2007

El rey y yo

No es que Juan Carlos y yo seamos amigos. Ni siquiera nos hemos visto de lejos, separados por una horda de vítores y banderitas rojigualdas. Sin embargo, creo que nos conocemos tan bien como si hubiésemos compartido borracheras y putas. Porque ahora resulta que el rey es un personaje más de la prensa del colorín: mujeriego, vividor, vago y corrupto multimillonario. Los Peñafieles no paran de darle caña por esos motivos, cobrando una pasta por ponerlo a parir en la nueva ágora pública que es el ventano digital. Pero el público, que enfervorecido aplaude las gracias de estos contertulios ante una señal del regidor, no se percata de que las miserias del rey son las de ellos mismos. “Cada pueblo tiene los gobernantes que merece”, y el nuestro, aunque ahora nos rasguemos las vestiduras, no es una excepción.

Es cierto que la gran mayoría de los españoles sustituye la caza por el pantano, los yates por el Xsara Picasso y las recepciones oficiales por las comidas demenciales en casa de la suegra. No seré yo quien te descubra que en nuestra democracia está todo muy mal repartido. Pero seguramente tú, y yo, y cualquiera de nosotros, se colaría de rondón en ese mundo ideal, que cantaba el ahora bailarín Serafín Zubiri. No debemos de olvidar que somos el pueblo que inspiró la literatura picaresca, alcanzando su máximo esplendor con Quevedo, pero cuyos influjos llegan hasta la España de Zapatero.

Todos nosotros llevamos dentro el espíritu “Soy un truhán, soy un señor”, que en los setenta cantaba el hijo de Papuchi y en los ochenta mitificó Tricicle. Si podemos, los nacionales nos colamos en la compra, y si nos devuelven de más nos lo quedamos; robamos ancho de banda inalámbrico, pirateando de paso todo lo que se ponga a tiro de ratón; nos colamos también en las bodas, buscando el regalo más barato de la lista, y comprándonos ropa para esos eventos que devolveremos el lunes siguiente; y prolongamos exageradamente una baja médica, por no ver el careto del mismo impresentable al que lamemos el culo para que nos ascienda y así poder lamer otro trasero de más rancio abolengo.

Esta España que ha convertido al Dioni en un icono nacional, no puede exigirle gran cosa a los de arriba. Si tú o yo pudiésemos corrompernos, seguramente seríamos como ellos. Compadrearíamos con reyes y presidentes de repúblicas, con empresarios y sindicalistas, con nobles y villanos. Y a la salud del pueblo nos repartiríamos un gigantesco pastel, que no entiende de diabetes ni de ideologías monárquicas o republicanas. Como ya decía nuestro citado Quevedo: “El dinero no cambia a la gente, sólo la descubre”.

viernes, 28 de septiembre de 2007

El toro de Osborne

Hoy cumple cincuenta años y, con motivo de tan señalada conmemoración, dicha marca ha presentado un proyecto solidario para la creación y mantenimiento de centros de menores. Se subastarán cincuenta reproducciones del toro de Osborne, decorados para tan noble fin por otras tantas personalidades españolas. Pero para llegar a tan respetable edad, este símbolo de la iconografía cañí ha tenido que soportar todo tipo de embestidas humanas, con perdón. Hace trece años una ley quiso retirarlo de las carreteras, pero sólo tres más tarde el Tribunal Supremo falló a su favor por “interés estético o cultural”. Y en el 2002, el último toro que quedaba en las carreteras catalanas fue derribado para “eliminar la simbología fascista”.

Habría que ver si esos mismos valientes se hubiesen atrevido con un pastueño de setecientos kilos. Además, si se definen como ecologistas defensores de sus derechos, para justificar la abolición de las corridas, ¿por qué han acabado con su imagen más famosa? Así me tienen al pobre toro, hecho un lío. No acaba de entender por qué los mismos que defienden tan vehementemente sus derechos como animal, son quienes lo sacan a rastras, sin mulas pero con nocturnidad y un remolque, como si fuera una vulgar estatua de Franco, de los campos donde ha contemplado las caravanas en los domingos de Carrusel. Quizá lo quieran proteger de futuros melanomas, maldito sol español. Aunque si el toro pudiera hablar seguramente diría que no le toquen los cojones pues, además de ser una zona muy sensible, para llegar a ellos tendrían que montar un castellet.

Deseo aclarar que estoy a favor de los pobres toros. Salvo cuando estuve a punto de tener un parte de accidente de semejante guisa: “Tres orificios de entrada y salida en la puerta izquierda delantera de un Opel Corsa, de seis centímetros de diámetro y quince de profundidad, por asta de toro”. Era una mañana en una carretera rural por los alrededores de El Tiemblo (Ávila), y para colmo yo iba de rojo. Ese día no tuve la vena greenpeace para comprobar si los coches más ecológicos del mercado están fabricados a prueba de novillos. Pero de no ser por esa anécdota amenizadora de sobremesas, mi solidaridad con la figura del toro sería absoluta. Un animal que además soporta estoicamente que lo denigren con canciones como “El toro enamorado de la luna”, merece ser canonizado por delante de Escrivá de Balaguer.

De la letra de dicha canción puede deducirse que al morlaco le obligan a llevar una doble vida, como si por las noches tuviese que sacar un sobresueldo para el mayoral trabajando como drag queen. Pasen y vean: “... que abandona por la noche la maná, es pintado de amapolas y aceitunas...”, “... abanicos de colores parecen sus patas...”, etc. Si a eso le añadimos que en el franquismo la letra ya aseguraba que “los romeros le besan en la frente”, no quiero ni imaginar las perversiones que harán ahora. Y en cuanto al futuro, me imagino que para justificar la desaparición del toro acabarán aduciendo que fomenta el alcoholismo. Caso de que eso ocurra, sugiero que el CAC prohiba también a Marco y su mono Amedio, porque dicho animal es la imagen de una marca de anís.

Mientras el pobre toro se dedica a hacer obras benéficas, para los niños más necesitados, los políticos catalanes mandan rehacer obras públicas, para satisfacer sus propias necesidades. Por ello, desde este tendido virtual agito mi pañuelo blanco, pidiendo para tan noble y sufrido animal las dos orejas y el rabo de los jerifaltes del 3%. Muchas felicidades por tan hermosa iniciativa. Olé, olé y olé.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Para la libertad

Como decíamos ayer, nos mienten. Nos mienten al asegurarnos que España va bien, que nuestros sueldos son cada vez mejores y que nuestra economía es de Champions League. También cuando afirman que vivimos en un Estado democrático y de derecho, porque ahora podemos votar cada cuatro años y antes no. Un Estado de derecho en el que, mientras los pobres se pudren durante años en la cárcel por haber robado unos euros en una hamburguesería, los ricos salen de la trena a los pocos meses, en cuanto amenazan con tirar de la manta.

Releyendo Un mundo feliz, de Aldous Huxley, descubro entre las últimas líneas del prefacio del autor: “A medida que la libertad política y económica disminuyen, la libertad sexual tiende, en compensación, a aumentar. Y el dictador hará bien en facilitar esta libertad. En colaboración con la libertad de soñar despiertos bajo la influencia de los narcóticos, del cine y de la radio, la libertad sexual ayudará a reconciliar a sus súbditos con la servidumbre que es su destino”. Esta demoledora reflexión la escribió hace más de medio siglo, cuando la televisión apenas era un atisbo de su detritus actual, y restaban varias décadas para la irrupción de Internet o el botellón. Huxley nos anunciaba un futuro que ya ha llegado: un mundo en que el sexo y otros medios embriagadores para nuestros sentidos, son empleados por los resortes del poder para que nos resulte menos doloroso asumir nuestra condición de esclavos.

Antes, éramos tan antiguos que sólo podíamos casarnos los hombres con las mujeres. Ahora, sin embargo, heterosexuales, homosexuales y transexuales podemos exigir la devolución del rosario de mamá, para regocijo de los picapleitos. Además hoy, gracias al divorcio express, todo paria español puede casarse y descasarse cuanto le venga en gana, como si fuera Elizabeth Taylor y estuviésemos en Las Vegas. Y eso sin contar conque ya no nos hace falta irnos a Perpignan para aprender las múltiples utilidades de la mantequilla, pues no sólo servía para reducir el colesterol. Ahora, en nuestra propia casa, podemos montar a golpe de ratón una bacanal a las doce de la mañana.

Con todos estos progresos intentan convencernos de que vivimos en un régimen de libertades, aunque algunos catastrofistas nos negamos a admitirlo. Quizá porque los políticos nos ocultan que los pisos por los que hemos hipotecado a nuestros hijos, no valen ni la mitad de lo que pagamos por ellos; que según la OCDE España es el único país industrializado que ha perdido poder adquisitivo en los últimos años; y que un 70% de nosotros tiene graves problemas para llegar a fin de mes. Catastrofistas que recordamos a un tal Jesucristo, otro visionario anterior a Huxley, quien afirmó “La verdad os hará libres”. Pero no me hagas mucho caso, al menos mientras Gabilondo y Matías nos sigan convenciendo de que vivimos jodidos pero contentos.

martes, 25 de septiembre de 2007

Soldadito español

Dos soldados del otrora aguerrido ejército español fallecieron ayer en Afganistán. El gobierno de su país les ha concedido el distintivo rojo por, literalmente, “haber fallecido como consecuencia de acciones violentas de elementos hostiles”. Pero la viuda de Germán Pérez Burgos le dirá a su hijo huérfano que papá era militar y murió en la guerra. Al resto de la población nos tranquilizarán asegurándonos que hay que luchar por la paz, que España es un país de paz, y que sí a la paz y no a la guerra. Ese niño sabrá la irremediable verdad, mientras que los demás viviremos en el maravilloso mundo que nos pinta con su perenne sonrisa ese prestidigitador de la palabra que tenemos por presidente. Y es que al igual que la frase favorita de los magos es “Nada por aquí y nada por allá”, ésta podría resumir también el trasfondo del pensamiento vano que se ha instalado en Moncloa junto a Sonsoles y las niñas.

Muy certeramente, Gustavo Bueno ha denominado “pensamiento Alicia”, haciendo referencia al país de las maravillas de Lewis Carroll, al buenismo intelectual del que hace gala Zapatero. Al secretario general del PSOE se le llena la boca hablando de paz, Alianzas de civilizaciones, progreso, bienestar, sin entrar jamás en los problemas de fondo para alcanzar esas utopías a las que todos nos apuntaríamos. Su pueril planteamiento para cautivar a los votantes consiste en convencernos de que gracias a él viviremos en un mundo ideal. Como todos preferimos la paz a la guerra seremos un gobierno de paz, aunque en la vida real maten a nuestros soldados en la guerra. Como todos preferimos que nuestros hijos aprueben a que suspendan, crearemos un sistema educativo en el que hasta yo sacaría sobresalientes, aunque en la vida real nuestros niños sean analfabetos funcionales. Pero las consecuencias de tanta bonhomía carente de fundamentos van a ser funestas.

Aunque quizá sea precisamente esto lo que persigan Rodríguez y sus muchachos. Quizá deseen lograr que las muertes en una guerra acaben siendo para los ciudadanos simples fallecimientos “por acciones violentas de elementos hostiles”. O sea, como si hubiesen muerto a la salida de un derby en manos de unos ultras. Y la mejor forma de alcanzar ese objetivo es educando a la ciudadanía con mensajes tan hermosos como irreales. El mundo feliz que nos están vendiendo desde Moncloa es tan peligroso y falso como el de Huxley. Un mundo a la carta de paz, amor, fraternidad, igualdad, bondad, progreso, y café y viviendas para todos. Éste es el soma que nos administra Zapatero, mientras repatrían a dos soldados españoles que han muerto en un mundo donde, desgraciadamente, hay guerras, odio, injusticia y pobreza. Y desde ayer dos familias más rotas, a las que no consolarán las palabras de este pacifista de salón, que emplea arbitrariamente y para su uso personal los mejores medios de nuestro ejército de juguete.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Mi Tierra

Gloria Estefan cantaba a su Cuba natal en los noventa. Veinte años antes Nino Bravo hacía lo propio con Valencia, antes de que una carretera lo convirtiera en mito. Ambas son canciones maravillosas, quizá por la universalidad de los sentimientos que despierta en cada uno de nosotros la tierra que nos vio crecer. Da igual que hayas nacido en La Habana, Valencia o Dublín, y que hoy no encuentres el lugar donde tus recuerdos te aseguran que besaste por vez primera. La mía, Madrid, hace tiempo que dejó de ser ese lugar en que los niños podían ir solos al cole, y a la vuelta jugar a la pelota con sus carteras como postes de una portería sin larguero. Entonces no llevábamos mochilas ni carritos, como tampoco existían los parquímetros, y la especulación urbanística se limitaba al Monopoly. Pero sigue siendo mi tierra.

Mirando ayer su contaminado cielo, me imaginé por un momento surcándolo como un avión cualquiera de bajo coste. Pude ver sus colosales torres, arrogantes falos arquitectónicos que sodomizan todavía más a los sufridos habitantes/conductores de esta urbe del siglo XXI que, como tantas otras, es mantenida por sus contribuyentes pero no pensada para ellos. Decidí alejarme de tanta barbarie, subir más alto. Comencé a ver esos páramos tan necesarios para el descanso de nuestros ojos y nuestras mentes. Pero en uno de ellos estaban ultimando los pladures para su inauguración. Me imagino que debía de ser la macrourbanización de Seseña, perpetrada por el nuevo rico Francisco Hernando, el Pocero para los amigos. Entonces me pregunté por qué los españoles vivimos tan apiñados como en la mili, a pesar de que nos llevamos fatal. Sobre todo si observamos que gran parte de nuestro territorio es, sencillamente, un erial.

Después me alejé todavía más, y pude ver todo nuestro planeta. Vi guerras por un Dios o por una bandera, así como a miles de soldados que matan y mueren. Y millones de civiles que sólo mueren, ya sea por pedazos de tierra o pozos de petróleo, en conflictos que nunca son el suyo. Mientras que un siglo atrás nunca nos enterábamos de algo que hubiera sucedido a dos horas de camino, hoy puedes ver ensayos nucleares en directo después de Los lunnis. Por eso hoy mi tierra, y la tuya, es también nuestro planeta. Quizá Internet, el único territorio virtual y sin fronteras, sea la mejor prueba de la unicidad que existe con todo cuanto nos rodea, como ya muchos sabios nos anunciaron en la antigüedad. Somos uno con el resto de una humanidad que sufre y lucha, esperanzada de que mañana mi Tierra, la de todos, pueda ser un poco mejor.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Prisa ataca a Zapatero

En las últimas semanas estoy estupefacto. La causa de mi perplejidad es el giro copernicano que ha dado la línea editorial de los medios del grupo Prisa. Históricamente, todo progresista de bien nace sabiendo que ha de leer El País, escuchar la Cadena Ser y ver Cuatro. Y si puede hacer las tres cosas a la vez, mejor. Tampoco debemos olvidar que el grupo mediático que hasta su muerte lideró Jesús de Polanco, más conocido como Jesús del Gran Poder, siempre ha sido un defensor de las tesis socialistas. Cuando tocaban generala en Gran Vía 32 o en la calle Miguel Yuste, toda la artillería de medios se desplegaba para apoyar al PSOE y atacar al PP. De igual forma actuaba el PSOE cuando había que defender los intereses de este coloso. Pero desde el fallecimiento del patriarca que levantó tan omnipotente imperio, este gigante no deja de tambalearse.

La razón oculta por la que se están empezando a confundir los editoriales de El País con los de El Mundo, especialmente con la noticia de las ayudas juveniles para el alquiler, estriba en la llamada guerra del fútbol . Zapatero ha dejado a Sogecable a los pies de Mediapro (La Sexta), cuando aquéllos esperaban que acudiese en su auxilio. El inesperado dontancredismo del presidente les ha supuesto perder más de 830 millones de euros en bolsa. Sí, esa cifra existe aunque probablemente ni tú ni yo la vayamos a ganar jamás, ni en cien reencarnaciones. Las acciones de este gigante de la comunicación están cayendo en las últimas semanas, y no sería de extrañar que Zapatero, tras la muerte de don Jesús, estuviese buscando nuevos aliados con tal de seguir en la poltrona. En Prisa todavía están esperando un gesto que les permita continuar con su monopolio furbolero, aunque mejor que lo hagan sentados. Si finalmente nuestro presidente no intercediese a favor de su brazo mediático, que se vayan preparando en Ferraz, pues las elecciones están próximas y la sentencia del 11-M y sus ramificaciones están llamando a su puerta. Oído cocina.

Si tu escepticismo te impide creerme, te propongo el siguiente experimento. Observa durante la próxima semana los informativos de Cuatro y los de La Sexta. Podrás apreciar que el trato a Zapatero en particular, y al PSOE en general, es sensiblemente mejor en la cadena de Emilio Aragón que en la de Gabilondo. Con esto resulta evidente, por si quedase alguna duda, que los medios no entienden de ideologías, sino de dinero. No hay que olvidar que ni Prisa ni Mediapro son una ONG, aunque vayan de progresistas: un progresismo de restaurante de cinco tenedores y sala Vip. Ante esta nueva situación, una duda me corroe: ¿qué harán los socialistas de carné ahora?, ¿seguir los postulados del inquilino de la Moncloa o los del diario El País? Gran dilema intelectual.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Jugar por jugar

Los periodistas deportivos, la flor y nata intelectual de nuestro país, han hecho correr ríos de bits explicando por qué no entró el tiro de Gasol. La derrota ante el antiguo enemigo comunista ha sido analizada por la prensa con tintes de tragedia, como si los inmigrantes que llegan diariamente a las costas de Benidorm viniesen a bailar Los pajaritos. Al ser inútil recrearse en la derrota, cambié de canal en cuanto sonó la bocina y me dispuse a ver el programa de humor de Íker Jiménez en Cuatro, para subirles un poco el share. De todas formas, no es necesario subirse a la nave del misterio para averiguar qué les ocurrió a los muchachos de Pepu: se olvidaron de jugar. Con esto no quiero decir que sus mentes fuesen abducidas por alienígenas contratados por Putin. Simplemente dejaron de ser ese grupo de amigos que se divierten echando unas canastas, y que entre pocha y pocha ganaron el Mundial de Japón.

En la fase final de Madrid perdieron la seriedad con que jugábamos de niños, que decía Nietzsche. ¿Cuánto ali-hops se vieron contra Grecia y Rusia? ¿Uno? ¿Dos? Sin embargo cuando el oro nipón era raro que no hubiese al menos uno por cuarto. Las estadísticas nos hablan de los porcentajes de tiros de campo y tiros libres, rebotes ofensivos y defensivos, pérdidas de balón, etc. Pero no incluyen los ali-hops, porque sería como si las de fútbol contabilizasen los goles olímpicos (o de corner). Esas filigranas de los chicos de Pepu, propias de adolescentes que intentan conquistar a sus arrobadas compañeras en el recreo del instituto, eran la mejor expresión del entusiasmo con que jugaban. Hasta que cada uno de los cuarenta y pico millones de nacionales les pusimos una medalla de oro en el cuello. Desde entonces, lógicamente, ya no pudieron levantar cabeza.

Los héroes de Japón eran doce jóvenes que se lo pasaron bomba con las de Navarro y con las virguerías del resto del plantel. Pero llegaron las fotos, los compromisos publicitarios e institucionales y los besamanos políticos. Los chavales que hace un año sin Gasol barrieron a Grecia, acabaron perdiendo la inocencia. No es lo mismo jugar para divertirse y de paso ganar, que ganar como sea, por lo civil o lo militar, que dijo Itu en La Sexta. Esa aplastante responsabilidad los derrotó. Tanta era la angustia en sus rostros que Serrat podría haber bajado a cantarles La Saeta, ya que estaba en las gradas como tantos otros por la filosa. Pero cuando estén lejos de la fatua solemnidad de quienes sólo buscaron robarles el brillo del oro, volverán a jugar con esa contagiosa alegría de patio de colegio, aquélla que nos hizo tan felices.

martes, 18 de septiembre de 2007

El horario infantil

A la vuelta del colegio, en mi ya lejana infancia, devoraba bocadillos de chorizo de Pamplona mientras leía en un Superhumor las aventuras de Zipi y Zape, Mortadelo y Filemón, Pepe Gotera y Otilio, El botones Sacarino, y tantos otros entrañables personajes cuyas atolondradas existencias divertían una niñez solitaria pero probablemente feliz. Ahora pienso que aquellas migas que cayeron entre sus hojas pudieron servir para alimentarlos cuando yo cerraba el libro hasta la próxima, que sería muy pronto. De algún lugar tenían que sacar la energía para representar una y otra vez la misma función, entonces no había vídeo, y lograr que su único espectador la disfrutase tanto como el primer día, como esos bocadillos que nunca sabrán como entonces. Sería interesante descubrir en qué momento de nuestras vidas nos extraviamos para siempre.

Los niños de los ochenta disfrutábamos con Barrio Sésamo y sus inmejorables Espinete y Don Pimpón, Epi y Blas, el conde Draco, Coco y demás entrañable fauna. La tarde entonces era nuestra, como el sabadete night de los adultos en edad de gozar, mientras nosotros soñábamos con el hermanito que vendría de París y los Reyes Magos de Oriente. Sobre todo con estos últimos. Han pasado veinticinco años -¿tantos?- en los que hemos traicionado a los bocadillos con sandwiches y a los vasos de Colacao con el Actimel. Son los nuevos dogmas de la pedagogía moderna, que aconseja un relevo generacional uniforme en su educación, vestimenta y alimentación. Como uniforme es la programación televisiva con que, por un puñado de euros, se mancilla impunemente su inocencia.

Si un niño español enciende esta tarde la tele sin artificieros que lo asistan, verá que nuestros María Luisa Seco y Torrebruno han sido suplantados por María Patiño y Jaime Peñafiel; Tom y Jerry por Isabel Pantoja y Julián Muñoz; Willy Fog por Pocholo; Los Cinco por los Dieciséis de Gran Hermano; David el gnomo por Jorge Javier Vázquez y Tom Swayer por Paquirrín. Nuestra fauna era educativa y tierna. Ésta es caza mayor. Lástima que no suelten al Rey por los distintas cadenas para hacer tiro al plató televisivo.

Los niños son violentados por pederastas que se están propagando por la red, como un devastador virus que sacude nuestras miserables conciencias. Pero también lo son por programadores televisivos que no respetan la sagrada infancia. Unos violan sus cuerpos y otros sus mentes. Mientras en el tercer mundo con sólo cinco años les entregan armas para matar y morir, aquí, en el supuestamente primero, los aniquilamos con mayor sutileza. Malditos demagogos quienes defienden Educación para la Ciudadanía, en las mismas cadenas donde diariamente extravían a una infancia que ya sólo les importa como consumidora de basura a precio de oro.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Quizás, quizás, quizás

Aunque el Metro no sea el lugar más adecuado para reflexionar, a veces es el único que nos permite la vida moderna. Entre mochilas, jamonas embutidas y adictos a la PSP y al iPod, acabas acostumbrándote a la monótona melodía de los convoyes y sus trashumantes viajeros. Ayer, servidor de ustedes, cavilaba en su vagón sobre lo caro que últimamente se ha puesto el pollo. Quizá gracias a esa subida mi pollero del mercado de Maravillas se ha podido comprar un pedazo de todoterreno. Pero seguro que su nuevo carro no funciona con los biocombustibles en los que se ha escudado para subirme las pechugas.

En ésas me encontraba cuando, en el otro extremo del vagón, comenzó a sonar una clásica melodía. Descubrí entonces que posiblemente la música sea el único arte que pueda contravenir las leyes de la física. En ocasiones unas simples notas anteceden a cualquier imagen, ya sea externa o mental. Eso me ocurrió con el viejo acordeonista que tocaba un viejo acordeón. Sólo la melodía que arrancó a su instrumento me permitió advertir su modesta presencia.

Acompañado por la soledad del Metro, rememoré la letra del bolero que a duras penas salía de su acordeón. “Siempre que te preguntas que cuándo, cómo y dónde, tú siempre me respondes quizás, quizás, quizás”. Aunque originalmente fue un canto a las calabazas, descubrí que esas mismas preguntas nos las hacemos tú y yo constantemente. Nos asaltan nuestras dudas y temores, dejando pasar las estaciones como viajeros indecisos en el suburbano de la vida. Probablemente porque temamos salir a la superficie. Pero no siempre viajamos en una línea circular que nos brinde una segunda oportunidad de apearnos en la estación deseada.

“Y así pasan los días, y yo desesperado...”, y los meses, y los años. Y la vida. La dejamos pasar sin luchar por nuestro sueños, temerosos de ser rechazados por nuestro entorno. “Estás perdiendo el tiempo pensando, pensando... Por lo que tú más quieras, ¿hasta cuándo?, ¿hasta cuándo?” ¿Hasta cuándo vamos a permanecer paralizados por nuestros respectivos miedos y tribus? Pensamos demasiado y actuamos muy poco, sublimando nuestros instintos más puros en aras de ser normal, de ser como los demás. Y así encajar en un ejército de desesperados que corren temerosos sin saber hasta cuándo. Quizá hasta que aprendamos de nuestra madre naturaleza que la mariposa nunca trata de ser un roble.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

El Lute y el PSOE

El PSOE, en su lógico intento de renovar el partido con nuevos talentos, ha optado por fichar al robagallinas más famoso del franquismo. La agrupación socialista de Niebla (Huelva) ha contactado con Eleuterio Sánchez, El Lute, para incluirlo en su lista de cara a las próximas elecciones municipales andaluzas. Todavía no se sabe si aceptará la propuesta, pero los socialistas onubenses verían con buenos ojos la incorporación a sus filas de este abogado de sesenta y cinco años. No es de extrañar que deseen contar con él, pues qué mejor forma de neutralizar el transfuguismo que sufre el partido que con el regreso de nuestro fugitivo más cañí. Y es que aunque Zapatero lo esté haciendo en technicolor, o al menos eso dicen sus palmeros, escuecen y mucho los Rosadíez que les están saliendo. Sobre todo porque les han dado con el puño en el talante a quienes aplauden compartir la rosa con etarras.

Tampoco es casual que sea en Andalucía donde quieran contar con El Lute. No hay que olvidar que el antiguo reino de Manolo Chaves, hoy nueva realidad nacional, es la tierra de uno de los delincuentes más famosos de España, Juan Guerra. El hermano de Alfonso fue un símbolo de los chiringuitos montados al socaire del poder socialista. Me imagino que en el PSOE quieren que Eleuterio enseñe a sus compañeros a fugarse de la cárcel, por lo que pudiera pasar, aunque ahora sólo se procesa a los del PP, qué se habrán creído esos fachas. Y es que los presupuestos y las comisiones siempre los ha cargado el diablo. Habrá que ver si al Lute, a cambio, le enseñan a escabullirse de las promesas electorales con total facundia. Zafarse de ellas y que los pobres andaluces te sigan aclamando, tiene mucho más mérito que dejar atrás a una pareja de la Benemérita. Y si no que se lo pregunten a Roldán.

El PSOE quiera seguir ganando prestigio, y nada mejor que un delincuente que se reforma y acaba siendo licenciado, un poco a lo Pretty woman. Quizá sea una manera de cambiar las tornas para que no se repita que muchos licenciados socialistas acaben siendo delincuentes. Mejor que vengan robados de casa. Yo me quedo con El Lute, porque mientras que él sólo robaba gallinas, los chorizos del partido de sus posibles correligionarios no dejaban ni el polvo de la mesa. Eleuterio se reformó hace muchos años, pero yo de él no me fiaría de muchos de estos progres de salón, antifranquistas tras la muerte de Franco. Espero que le vaya muy bien a un personaje que él solo luchó contra el franquismo mucho más que Zapatero, Chaves y sus mariachis. Ya podrían tomar buena nota.

martes, 11 de septiembre de 2007

Feliz cumpleaños

Hoy cumplen seis años Rebeca, Philip, Mohamed, Irene, Ralph, Ibrahim, Yoshiro, Claudia, Walter y Linda. Y como ellos miles de niños que vinieron al mundo en esta misma fecha, una más del calendario humano del horror. Ninguno puede ya jugar tranquilamente en la calle, independientemente de donde vivan. Si nacen en el lado del mundo de los buenos, porque de cualquier esquina puede irrumpir el Wally barbudo y sin rayas rojas que tiene más vídeos que el Youtube. Y si lo hacen en el de los malos, porque el fuego amigo o enemigo puede acabar convirtiéndolo en un daño colateral más. La gran lacra de la humanidad ya no es el hambre o la enfermedad sino el terrorismo, aunque la captura de Ben Laden no ayude a pagar los gastos del dentista de los niños.

Hace seis años que unos iluminados occidentales pusieron en marcha un plan para convertirnos definitivamente en sus esclavos. Los nuevos padres de hoy, en su niñez de los ochenta, ya fueron advertidos del peligro actual en la película futurista Blade Runner. “Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo”. Hemos dejado de ser esos arrojados niños que se disparaban rayos láser apuntando con el dedo, para convertirnos en adultos paralizados por el dedo acusador de cualquier tarado en el poder. Mesías patrocinadores de guerras en las que millones de niños del bando pobre del mundo sólo sirven para ganar el Pulitzer. Niños de brazos quemados que sostienen un peluche y que sonríen a la cámara por el mero hecho de saberse aún vivos.

Afortunadamente vuelve Gran Hermano para seguir alienando a los auténticos grandes hermanos, nosotros mismos, millones de concursantes en un plató infinitamente mayor que el del frenopático de Guadalix de la Sierra. Así nos van acostumbrando a la fiscalización de todos nuestros movimientos, desde los bancarios a los peristálticos. Lo que hoy hacen los satélites es lo que siempre hizo la Iglesia. La Santa Madre también se dedicó con la catequesis a corromper la bendita inocencia infantil, traficando con conceptos tan nefastos como el pecado o el infierno: así nació el sentimiento de culpa. Es lo mismo que ahora hace la OTAN dirigida por el iluminado de Texas, pero la Iglesia manipulando al de Belén. Necesitamos un mundo en que los niños vivan en libertad, sí, pero eso significa dignamente, sin miedos ni fantasmas que les despojen a ellos y a nosotros del paraíso que trajeron al nacer. Sólo si despertamos de esta colosal pesadilla del miedo, lograremos que sus próximos cumpleaños puedan ser más felices. Ellos se lo merecen, y nosotros también.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Leer es un placer

Según algunos estudios en España hay más lectoras que lectores, pero los hombres dedican más tiempo que las mujeres a la lectura. La mayoría de nuestros conciudadanos leen porque les gusta, pero también existe una minoría que lee porque no les queda otra, ya que los asaltan a traición con los diarios gratuitos de la mañana. Al menos estos últimos podrían tener la gentileza de poner estos periódicos al derecho, pues quedaría más disimulada su ignorancia y además su vecino de hacinamiento podría leerlo.

El hombre también suele ser de lectura más cómoda que la mujer, pues mientras que ellas leen en los escasos períodos de asueto que les proporciona el día, ellos, sin embargo, cuando se sientan a leer lo hacen a conciencia, aunque se estén quemando los boquerones. Afortunadamente, la reinserción del varón hispánico en nuestra sociedad está permitiendo que se repartan las tareas del hogar, aunque los progresos son todavía lentos. Mientras ella pone una lavadora, ducha a los niños y les repasa la tabla mientras usa la de planchar, el marido lector se agobia leyendo este post-it en la puerta del microondas: “Caliéntalo dos minutos y a comer. Te quiero”. Muchos preferirían que ellas les recitasen su poema favorito, el Te quiero, de Benedetti, mientras les sirven la comida. Y es que desde que se casó está cada día menos romántica, por mucho que lea a Barbara Wood.

Esta clase de lectores se sienten cada vez más aislados e incomprendidos, por eso suelen acabar atrincherándose para leer. Ostentan su reinado de letras rodeados de azulejos, sentados en un trono demasiado humilde para tan sufridas posaderas. De esta manera tienen que despacharse el Marca, el País y hasta el último tocho de Almudena Grandes, pues también leen literatura femenina, para que no digan. Desgraciadamente la paz dura poco en su estrecho feudo, pues primero los niños y luego la mujer aporrean la puerta aduciendo razones mingitorias. El marido lector se resiste esgrimiendo, obviamente, la ley de igualdad de Zapatero que se ha leído esta mañana en el ministerio porque no les funcionaba Internet, pues le permite ocupar el baño el mismo número de horas que su mujer. Si aun así continuase el redoble de nudillos en la puerta, el marido le acabará reprochando que ella se ofrecería a llevarle otro yogur si fuese Coronado y no él quien ocupase el trono. Y la mujer, resignada, le recordará que al menos podría poner el mismo empeño en montar el mueble que compraron hace un mes. Pero es que ella con tanta novela rosa no comprende que el lector de la casa se evade más con el Interviú que descifrando el Código de IKEA.

viernes, 7 de septiembre de 2007

El perro no muerde

Si ya lo decía Campoamor: “En este mundo cruel nada es verdad o es mentira, todo es según del color del cristal con que se mira”. Ahora, probablemente, no se limitaría a llamarlo cruel. Lo que sí parece irrefutable es que, como entonces, todos tenemos nuestro punto de vista y también todos, casualmente, tenemos siempre la razón. Sobre todo si al lado se tiene un perro que avala tus opiniones con sólo mostrar su gingivitis al resto de contribuyentes del vecindario. Resulta muy agradable ir por la calle y que un perro se te acerque con cara de malas pulgas, pese a su collar antiparasitario. El dueño te dice que sólo quiere jugar, aunque tú le ves un perfil de hijueputa que no te gusta un pelo. Sólo cuando ya ve que su perro empieza a ponerse la servilleta, se descuelga con la frase favorita de todos los dueños: el perro no muerde.

Eso, señor mío, es como decir que el toro no embiste. Solemos cogerles tanto cariño a nuestros animales domésticos, que muchas veces ese mismo afecto nos ciega, y luego pasa lo que pasa. Es lo que sucede también con el entrañable personaje de la suegra, como me gusta llamarlas con cariño. Estos seres, desconocidos durante el noviazgo, irrumpen con fuerza en tu vida en cuanto acaba Paquito Chocolatero. Es cierto que algunas salen buenas, como los productos de los chinos, pero cuánto se aligerarían los juzgados si la mayoría de las suegras dejasen de banderillear al hijo que han ganado por no perder otro. Esta afición suya tan ancestral, implica siempre el comienzo de las divisiones de opiniones en miles de matrimonios. Mientras el hijo biológico considera que su madre siempre ha merecido la dos orejas, el político se conforma conque no sean las suyas.

Pero nada de esto es comparable al momento en que el entrañable personaje se convierte en abuela. Sus nietos, especialmente si son hijos de la hija, se convierten en el non plus ultra. Esa pasión de abuela acaba siendo contagiada a los padres de las criaturas. Hasta tal punto, que si el niño regresa de la escuela con un trofeo auditivo, a los padres les faltará tiempo para presentarse en el colegio con el perro, y a veces hasta con la suegra, protestando por la poca higiene del centro. A ver si les van a infectar al niño, que va para premio Nobel. Si se descubre que la oreja es de otro niño, reprenderán a éste por dejarse olvidados trozos de sí mismo. Y si es del profesor, los agraviados padres exigirán su despido para que, ya puestos, su modélico hijo lo sustituya.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

En La Zarzuela usan Ariel

Las pirañas de la casquería televisiva nos informan de que la princesa doña Letizia, al igual que su suegra doña Sofía, repite alguna vez vestuario. Al parecer, la futura reina de España ha sido descubierta en varias ocasiones con el mismo modelo. Para que luego digan los republicanos que nuestra Familia Real no es tan real como la del tercero derecha. Es cierto que la ropa que visten no la suelen comprar en ningún rastrillo, aunque el organizado anualmente por nuestra nobleza suele contar con prendas monísimas, todo sea para ayudar a los pobres. Pero no lo es menos que nuestra realeza, como nosotros, también repite vestuario. Yo, sin ir más lejos, hoy repito camisa, pues ya la llevé la semana pasada. Eso sí, con otros pantalones y otros calzoncillos.

Matizo lo de la ropa interior porque los súbditos ingleses, aunque tengan la monarquía más solemne del mundo, no son tan limpios como nosotros. Y es que al parecer no tienen costumbre de cambiarse regularmente de gayumbos, y eso que allí llueve más. No es de extrañar que la Corona inglesa esté en horas bajas, pues incluso su reina ordena a todo su servicio que sólo tire de la cadena tras haber hecho mayores. Quizá será porque en Madrid le hemos puesto su nombre a nuestro canal, y querrá ahorrar agua para no molestar a nuestra dama de hierro doméstica. Sin embargo, la realeza española es diferente porque, otra cosa no, pero limpios son un rato, aunque nos acusen de oler a ajo.

¿Quién podría sospechar que nuestra Familia Real repite vestuario? Nadie. Y es que en esa casa lavan sus trapos como en ninguna, todo hay que decirlo. Será por eso que nos deslumbran tanto. Y es que mientras en Inglaterra Isabel II aborrecía a Diana de Gales, aquí nuestra reina y Letizia se han hecho íntimas. La gran noticia del verano no podía ser otra que verlas departir juntas en el yate, probablemente sobre lo caro que se va a poner todo por la subida del pienso. Por eso no me extrañaría nada que también hiciesen la colada juntas. ¿Se imaginan a ambas lavando los trapos monárquicos, mientras cantan Ojos verdes o Tatuaje? Los españoles podemos sentirnos muy orgullosos de que sean tan sencillas, a la par que aseadas. Porque una cosa es repetir modelito, quién no lo ha hecho alguna vez, y otra muy distinta ir jediendo a jembra.

martes, 4 de septiembre de 2007

Esclavas de la mentira

Ya no vistes la talla 42 de tu esplendor en la hierba, y tus pechos han perdido la firmeza primaveral. Hoy cuentas arrugas contra las que batallas cada madrugón y cada medianoche frente al espejo canalla que te enseña que ya no tienes veinte años. Sin embargo, todavía permanece en el recuerdo tu mocedad de furtivos besos e ingenuas cartas de amor, entonces mejores que las de Neruda. Cada día, en la calle, en el Metro, en el autobús, en la radio del taxi y en la del coche, te recuerdan que tienes varices y retienes líquidos, que has engordado y que, si quieres que tu marido no se vaya con la del tercero, ya puedes ir dejándote la bolsa, y quién sabe si la vida, en el quirófano de una clínica donde plastifican la belleza.

Pero a ti no te hace falta nada de eso. No quieras competir con las adolescentes de píldora del día después y lumbares tatuadas, aunque sería más correcto afirmar que ellas jamás podrán competir contigo. Tú las trajiste al mundo sin epidural y tu juventud fue de en casa a las diez, pero tus amores de verano y de invierno sabían a verdad y pecado, como los buenos. No te eches a perder pretendiendo ser como ellas, aunque tengan el vientre plano y un gancho en el ombligo. No sufras la tortura medieval de la faja electrocutante, el último grito, nunca mejor dicho, de la locura por esta belleza de Photoshop . Es la nueva metáfora del calvario silente que muchas padecéis porque desde niñas os dijeron que para presumir hay que sufrir. ¿Pues sabes lo que te digo? Que achicharren a otra con esos acomplejantes sentimientos de culpa disfrazados de anuncios en búsqueda de la eterna juventud.

Tus arrugas son el libro abierto de tu vida, testimonio de tus risas y tus llantos. Tu cuerpo sigue siendo bello, pues la belleza no entiende de tallas, sino de emociones. Te lo dice un amante de las tallas grandes, pues siempre he entendido que la expresión placer carnal procede decarne, si no se denominaría placer óseo, por ejemplo. Así que no permitas que electrocuten ni tu cuerpo ni tus neuronas, si no quieres terminar como tantas mujeres que han acabado siendo un espejismo de sí mismas. Como la máscara de Jim Carrey, pero con mejor color. Quiérete como eres, pues no necesitas tener el culo de Jennifer López o los labios de Angelina Jolie para estar estupenda. Y si tienes la desgracia de que tu marido te llame gorda, mientras babea con los mulos de las colegialas en su vuelta al cole, te autorizo para que le pongas la faja eléctrica en semejante parte, a ver si así le crecen con el calor.