Permiso para morder : Verdad, Bondad y Belleza

lunes, 20 de agosto de 2007

Permiso para morder

Hace unos días hemos conocido un informe con algunas de las leyes más absurdas del planeta. Sorprendentemente no aparecía ninguna de las publicadas en el BOE. Una de las más disparatadas la encontramos en el país de la guerra de Irak, ése del que no paran de hablar los progres de nuestro país. En Vermont (Estados Unidos) las mujeres casadas necesitan autorización de sus maridos para ponerse una dentadura postiza.

Actualmente ponemos el grito y la pancarta en el cielo porque en muchos países las mujeres han sido y son tratadas como mercancía por los hombres. De todos es conocido, por ejemplo, que en algunos Estados es habitual comprar mujeres a cambio de camellos. Sin embargo nos resulta hilarante que en el país de las libertades exista una ley que las incapacita a decidir por sí mismas la sonrisa que pueden lucir.

En Vermont supongo que habrá muchas mujeres dentistas, que pondrán a diario dentaduras a hombres casados, sin la autorización de su parienta. Paradójicamente estas dentistas deberán de obtener un permiso de sus maridos para sí mismas, cuando ellas viven de ponerlas en bocas ajenas. ¿Y si el marido de la odontóloga se negara? ¿Acudiría alguien a una dentista con una dentadura horrorosa?

Si los hombres siempre han hecho las delicias de los niños jugando con su dentadura postiza, las mujeres tienen el mismo derecho. Con los momentos tan hilarantes que nos han hecho pasar las castañuelas, ¿por qué las mujeres no van a poder hacer lo mismo? Algunos me podrán decir que en el planeta también hay millones de personas, hombres y mujeres, privados de comer un chuletón. Cierto, pero la mayoría lo hacen por hambre y otros muchos por colesterol, no por problemas dentales. En cambio muchas mujeres de Vermont, si sus maridos se ponen chulos, sólo podrán comerse el chuletón pasado por la turmix, y claro, no es lo mismo.

Esta ley ancestral me recuerda a muchos médicos de pueblo en la posguerra española. Esos veterinarios disfrazados de doctores decían a las embarazadas que no se quejaran si perdían los dientes durante la gestación. Añadían que si querían tener hijos, ya sabían a lo que se exponían. Solamente les faltaba recitarles guirlache para cuando los hubiesen perdido todos. Así que si eres mujer casamentera, ni se te ocurra participar en una caravana de mujeres en Vermont. Como tengas problemas dentales, puedes acabar haciéndote famosa en el youtube, como la versión femenina del cuñao de Quintero.

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