Hombre rico, hombre pobre : Verdad, Bondad y Belleza

viernes, 5 de octubre de 2007

Hombre rico, hombre pobre

Un chico de veinte años puede pasar los próximos siete enchironado. El motivo: robar cuatro euros, un móvil y el vale de un Burger King. No sabía yo que la comida basura pudiese salir tan cara. Sus familiares sostienen que el reo no estaba en el lugar de los hechos cuando se produjo el robo. Además cuenta con testigos que declararon estar con el inculpado en el momento del citado delito. El juez no ha valorado estos testimonios porque provienen de amigos o conocidos del acusado. Es decir, que de nada sirve tener una coartada que pueda ser corroborada por un familiar o amigo, especialmente si el inculpado es pobre.

Supongamos que este muchacho hubiese pasado la tarde sin ningún conocido, pero viendo un partido de fútbol infantil con cincuenta padres como espectadores, ¿de qué le serviría tener tantos testigos, si no los conoce y por tanto no podría contactar con ellos para que declarasen? Rechazar testimonios porque procedan del entorno del acusado es un atropello judicial. Al parecer su señoría ha valorado exclusivamente la declaración de los dos menores víctimas del atraco. Desconozco si el veinteañero será culpable, pero eso no es lo relevante. Lo sustancial es que a un joven le puedan destrozar la vida por un delito así.

Por si esta noticia no fuese lo bastante grave, leo otra igual de indignante, y que se complementa con la primera: “La temporalidad en España triplica la de la Unión Europea”. Casualmente Andalucía, la tierra del reo, y Extremadura, son las comunidades donde la temporalidad alcanza las cotas más altas. La precariedad laboral llega a tales extremos, que hasta la Administración pública contrata habitualmente los servicios de cualquier vergonzante ETT. Mientras, los beneficios empresariales se disparan a costa de las rentas de los asalariados. Es lo que nuestro terrorismo empresarial denomina eufemísticamente “optimizar recursos”.

Menos mal que nuestra sociedad está llena de madridistas, gente civilizada y de bien donde las haya. No como los pobres del Atleti, impresentables que contaminan con su sola presencia, como nos demuestra el anuncio del Metro de Madrid. Eso sí, la señora presidenta ha cesado inmediatamente a sus responsables. Una cosa es que todos sepamos que los pobres dan grima, y otra muy distinta que nos pitorreemos de ellos públicamente. Estas cosas hay que hacerlas con disimulo, como hace el presidente blanco. Sin riesgo de pasar por el trullo, da gusto conseguir viviendas públicas a tus más allegados. ¿Por qué se las tendrían que quedar los pobres, pudiendo trapichear con ellas los ricos? Desengáñate. En esta España, que en el telediario llaman de la justicia social, los cientos de Calderones y sus distinguidos entornos jamás serán juzgados como un vulgar ratero del Betis.

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