El toro de Osborne : Verdad, Bondad y Belleza

viernes, 28 de septiembre de 2007

El toro de Osborne

Hoy cumple cincuenta años y, con motivo de tan señalada conmemoración, dicha marca ha presentado un proyecto solidario para la creación y mantenimiento de centros de menores. Se subastarán cincuenta reproducciones del toro de Osborne, decorados para tan noble fin por otras tantas personalidades españolas. Pero para llegar a tan respetable edad, este símbolo de la iconografía cañí ha tenido que soportar todo tipo de embestidas humanas, con perdón. Hace trece años una ley quiso retirarlo de las carreteras, pero sólo tres más tarde el Tribunal Supremo falló a su favor por “interés estético o cultural”. Y en el 2002, el último toro que quedaba en las carreteras catalanas fue derribado para “eliminar la simbología fascista”.

Habría que ver si esos mismos valientes se hubiesen atrevido con un pastueño de setecientos kilos. Además, si se definen como ecologistas defensores de sus derechos, para justificar la abolición de las corridas, ¿por qué han acabado con su imagen más famosa? Así me tienen al pobre toro, hecho un lío. No acaba de entender por qué los mismos que defienden tan vehementemente sus derechos como animal, son quienes lo sacan a rastras, sin mulas pero con nocturnidad y un remolque, como si fuera una vulgar estatua de Franco, de los campos donde ha contemplado las caravanas en los domingos de Carrusel. Quizá lo quieran proteger de futuros melanomas, maldito sol español. Aunque si el toro pudiera hablar seguramente diría que no le toquen los cojones pues, además de ser una zona muy sensible, para llegar a ellos tendrían que montar un castellet.

Deseo aclarar que estoy a favor de los pobres toros. Salvo cuando estuve a punto de tener un parte de accidente de semejante guisa: “Tres orificios de entrada y salida en la puerta izquierda delantera de un Opel Corsa, de seis centímetros de diámetro y quince de profundidad, por asta de toro”. Era una mañana en una carretera rural por los alrededores de El Tiemblo (Ávila), y para colmo yo iba de rojo. Ese día no tuve la vena greenpeace para comprobar si los coches más ecológicos del mercado están fabricados a prueba de novillos. Pero de no ser por esa anécdota amenizadora de sobremesas, mi solidaridad con la figura del toro sería absoluta. Un animal que además soporta estoicamente que lo denigren con canciones como “El toro enamorado de la luna”, merece ser canonizado por delante de Escrivá de Balaguer.

De la letra de dicha canción puede deducirse que al morlaco le obligan a llevar una doble vida, como si por las noches tuviese que sacar un sobresueldo para el mayoral trabajando como drag queen. Pasen y vean: “... que abandona por la noche la maná, es pintado de amapolas y aceitunas...”, “... abanicos de colores parecen sus patas...”, etc. Si a eso le añadimos que en el franquismo la letra ya aseguraba que “los romeros le besan en la frente”, no quiero ni imaginar las perversiones que harán ahora. Y en cuanto al futuro, me imagino que para justificar la desaparición del toro acabarán aduciendo que fomenta el alcoholismo. Caso de que eso ocurra, sugiero que el CAC prohiba también a Marco y su mono Amedio, porque dicho animal es la imagen de una marca de anís.

Mientras el pobre toro se dedica a hacer obras benéficas, para los niños más necesitados, los políticos catalanes mandan rehacer obras públicas, para satisfacer sus propias necesidades. Por ello, desde este tendido virtual agito mi pañuelo blanco, pidiendo para tan noble y sufrido animal las dos orejas y el rabo de los jerifaltes del 3%. Muchas felicidades por tan hermosa iniciativa. Olé, olé y olé.

1 COMENTARIOS:

Anónimo dijo...

Realmente, la letra de tan conocida canción no tiene desperdicio. El pobre animal, con semejantes halagos, ya no debía saber ni lo que era. Lo mismo le debe estar pasando con este ir y venir al que lo están sometiendo los catalanes para quitarlo de su ¿nación?.