Mi Tierra : Verdad, Bondad y Belleza

viernes, 21 de septiembre de 2007

Mi Tierra

Gloria Estefan cantaba a su Cuba natal en los noventa. Veinte años antes Nino Bravo hacía lo propio con Valencia, antes de que una carretera lo convirtiera en mito. Ambas son canciones maravillosas, quizá por la universalidad de los sentimientos que despierta en cada uno de nosotros la tierra que nos vio crecer. Da igual que hayas nacido en La Habana, Valencia o Dublín, y que hoy no encuentres el lugar donde tus recuerdos te aseguran que besaste por vez primera. La mía, Madrid, hace tiempo que dejó de ser ese lugar en que los niños podían ir solos al cole, y a la vuelta jugar a la pelota con sus carteras como postes de una portería sin larguero. Entonces no llevábamos mochilas ni carritos, como tampoco existían los parquímetros, y la especulación urbanística se limitaba al Monopoly. Pero sigue siendo mi tierra.

Mirando ayer su contaminado cielo, me imaginé por un momento surcándolo como un avión cualquiera de bajo coste. Pude ver sus colosales torres, arrogantes falos arquitectónicos que sodomizan todavía más a los sufridos habitantes/conductores de esta urbe del siglo XXI que, como tantas otras, es mantenida por sus contribuyentes pero no pensada para ellos. Decidí alejarme de tanta barbarie, subir más alto. Comencé a ver esos páramos tan necesarios para el descanso de nuestros ojos y nuestras mentes. Pero en uno de ellos estaban ultimando los pladures para su inauguración. Me imagino que debía de ser la macrourbanización de Seseña, perpetrada por el nuevo rico Francisco Hernando, el Pocero para los amigos. Entonces me pregunté por qué los españoles vivimos tan apiñados como en la mili, a pesar de que nos llevamos fatal. Sobre todo si observamos que gran parte de nuestro territorio es, sencillamente, un erial.

Después me alejé todavía más, y pude ver todo nuestro planeta. Vi guerras por un Dios o por una bandera, así como a miles de soldados que matan y mueren. Y millones de civiles que sólo mueren, ya sea por pedazos de tierra o pozos de petróleo, en conflictos que nunca son el suyo. Mientras que un siglo atrás nunca nos enterábamos de algo que hubiera sucedido a dos horas de camino, hoy puedes ver ensayos nucleares en directo después de Los lunnis. Por eso hoy mi tierra, y la tuya, es también nuestro planeta. Quizá Internet, el único territorio virtual y sin fronteras, sea la mejor prueba de la unicidad que existe con todo cuanto nos rodea, como ya muchos sabios nos anunciaron en la antigüedad. Somos uno con el resto de una humanidad que sufre y lucha, esperanzada de que mañana mi Tierra, la de todos, pueda ser un poco mejor.

1 COMENTARIOS:

Anónimo dijo...

Muy bonita tu reflexión. Da mucho que pensar. Está en nuestras manos hacer de este planeta un lugar más habitable y digno. ¿Lo conseguiremos o lo destruiremos por completo?

TANA