La infancia tripartita : Verdad, Bondad y Belleza

jueves, 12 de abril de 2007

La infancia tripartita

Dice Boadella que hasta hace no muchos años, daba gusto ser catalán. Allá por donde iban eran recibidos entre aplausos, vítores y aplausos. Hasta tal punto que si se dejaban querer un poco les invitaban a comer, sacándolos a hombros en la sobremesa con un habano en los labios y otro en el bolsillo. Eran los tiempos del tardofranquismo, con Serrat, Raimon y Llach. Cataluña era vista desde el resto de España con admiración, siendo considerada la vanguardia de un país triste, pobre y tímido de libertades. Cataluña era Tarradellas y su balcón de la Plaza de Sant Jaume. Pero desgraciadamente también ha sido la pujolista Banca Catalana, el Carmel y el 3%. Por eso, el hecho de que el equipo benjamín del Barça se haya negado a escuchar el himno nacional junto a los chavalines del Valencia y el trío arbitral, no deja de ser una simple anécdota. El problema es que muchas veces los pequeños detalles son más ilustrativos de lo que aparentan.

Esos niños pasaron la noche anterior en vela pensando en que al día siguiente iban a jugar la final de un Mundial, en lo orgullosos que iban a estar sus padres, en lo que iban a fardar en el colegio, y también en que si metían un gol se lo dedicarían al abuelo que murió el mes pasado. Sueños infantiles disfrazados de Drogba, Villa o Ronaldinho. Para himnos estaban ellos. Todos esos niños, como otros miles de infantiles en toda España, llegan muchas noches a casa con el barro hasta las rodillas. Derrengados, pero felices. Cada madre espera al suyo con un ColaCao bien caliente. Ella, secretamente, sueña con protagonizar un día el anuncio con su niño, como la mamá de Pedrosa. Y el padre, como loco, espera que algún club de los grandes le adelante el primero de los muchos millones de euros que vale su chaval.

Ambos, padre y madre, se aprietan el cinturón lo que haga falta, todo sea por la felicidad de su retoño y la riqueza de la familia. Pero, desgraciadamente, más del 90% de esos niños se queda en el camino. De todas formas, ya nadie les podrá robar la ilusión de haber ganado el Mundial de su categoría, cosa que no ha logrado ni el sobrevalorado Raúl. Los adultos, para variar, no podía dejar de intervenir para poner el desafortunado contrapunto. Una fiesta que era de los niños y sólo de ellos, ha sido mancillada por la mano adulta. Como en aquella película de Fellini en que los niños jugaban con una puta. Reían, corrían, disfrutaban divirtiéndose con ella. Todo era muy hermoso, hasta que un adulto les reprendió por hacerlo, fulminando la magia del momento.

Es indiferente quién o quiénes hayan dado la orden a los chavales del Barça de no salir al campo cuando sonaba el himno nacional. Sólo sé que un momento bello, pues el deporte en esas categorías siempre lo es, ha quedado ensombrecido por unos paletos. Gracias a ellos hoy ya nadie se acordaba de felicitar a los niños que han ganado el Mundialito. Las portadas están dedicadas al uso torticero que unos adultos han hecho de uno de los días más felices de sus vidas.

A vosotros, niños culés, la más sincera enhorabuena de un aficionado de lo que queda del Madrid. Seguid disfrutando del fútbol y luchad por ser felices dentro y fuera del campo. Y a esos manipuladores infantiles, educadores del fanatismo y del odio, mi más absoluto desprecio. Poneos el despertador y sabed que vivimos en una aldea global sin himno, ni falta que hace, y que gracias a ella, por ejemplo, cualquier ciudadano del mundo puede leer este artículo y las opiniones de sus lectores, como saber de la gesta de esos niños campeones del mundo y el provincianismo de campanario de pueblo de sus irresponsables deportivos.

2 COMENTARIOS:

Anónimo dijo...

Los nacionalismos, a la larga, traen estos lodos, y pagamos todos, justos y pecadores. ¿Qué culpa tienen unos ilusionados chavalines de que sus mayores sólo tengan cabeza para calzarse la barretina hasta las orejas? Les han quitado la ilusión por el espectáculo, la ilusión por ganar, la ilusión por estar en la gloria y boca de las gentes al menos unos días ... Todo por un absurdo entendimiento de lo que algunos llaman Paysos Catalans. Cazurros y paletos siempre los habrá, aunque vayan disfrazados de vanguardistas y europeístas. TANA

Anónimo dijo...

Considero que el futbol embrutece al personal. Todavía no he visto a ningún intelectual en las gradas, asistiendo con un bocata de chorizo a ningún partido. No es que ellos sepan más que los demás, pero creo que hay cosas más interesantes que ver; además, la violencia que genera es tremenda. Es una apreciación personal, por supuesto. Profesor Sibelius