El sonido del silencio : Verdad, Bondad y Belleza

jueves, 24 de mayo de 2007

El sonido del silencio

Ayer hablábamos aquí de que la música a todo volumen está dejando sordos a los adolescentes. Ellos, que todavía no son conscientes de casi nada, tampoco lo son del perjuicio físico y mental con que se inmolan cada vez que escuchan a Camela para todo el patio de luces. Estas víctimas viven en una sociedad que marcha tan deprisa, que ya se habla de las autopistas de la información, dónde quedó la Olivetti, a menudo mucho más rápidas que las de toda la vida. Sobre todo en tardes de lluvia como la de hoy. La velocidad se ha convertido en un valor estelar de esta desquiciada sociedad. Si al menos la abuela pudiese ganar una medalla por cruzar el paso de cebra en ocho segundos y veintisiete centésimas, la pondríamos a dieta.

Tanta prisa, tanta ansiedad, tanta aceleración, genera muchísimo ruido. Coches y motos cada vez de mayor cilindrada con la Pantoja confesándose en pleno atasco; claxons pitándote porque no sales de los semáforos igual que Fernando Alonso; multitudes apresuradas y en medio una cabeza que se desgañita gritando ¡al ladrón!; risotadas en los bares cada vez que un congreso de graciosos decide irse de cañas; el gitano que, mientras su santa se desloma vendiendo fruta y verdura, sentado en su furgoneta vocifera ¡echubarata!. Siempre ha repetido esa expresión a tanta velocidad, que necesité toda la inteligencia de mi infancia, la mejor de mi vida, para acabar descubriendo que el grito de esa inédita palabra era una contracción de “lechuga barata”. Acabáramos.

Por todo ello me extraña que el turismo rural haga siempre el agosto, también los otros once meses. Para la salud física y mental de la prole es bueno sacarla al campo, y así servir de alimento a los mosquitos, que se acercan silenciosos a chuparte la sangre, como Solbes cada mes de mayo. Ay. Pero una vez que el ecosistema del lugar se ha adaptado a la nueva fauna, entonces y sólo entonces viene lo bueno. El placer de escuchar el sonido de un árbol cuando el viento lo mece, vale más que toda la música espiritual de sintetizador que te puedan vender en la tienda ecológica de la esquina. La resaca del mar, esas olas que mueren para resucitar al momento, componen también una de las más bellas melodías que la madre naturaleza brinda a sus parricidas hijos.

Pero eso sí, antes de contratar el hotelito rural hay que cerciorarse de que allí los móviles tengan cobertura. Es que el chaval tiene que intercambiar llamadas perdidas con su novia, para demostrarse que están pensando el uno en el otro; la esposa tiene que hablar con su madre, que se ha quedado sola en Madrid, la pobre; y por último el padre, sin gastar saldo como eminencia nacional en soliloquios, acaba hablando con los animales. Como San Francisco de Asís, pero con polo de Lacoste. Y es que algunos somos más de ciudad que los semáforos.

Hoy día, si uno quiere disfrutar del silencio en la naturaleza, para poder meditar o hablar solo aunque no espere hablar a Dios un día, tiene que irse a donde su hijo perdió la alpargata. Por ejemplo a Castilfrío de la Sierra, pueblo de la Soria de Machado donde vive habitualmente Fernando Sánchez Dragó. Yo estuve allí hace un año y medio y me maravilló porque era la nada en medio de la nada. Si buscas la tranquilidad y el silencio, la única alternativa a estos pueblecitos que, en el país de las cañas, no tienen ni bar, consiste en marcharse al otro barrio, que dicen que es muy tranquilo. Aunque ahora también tenemos ataúdes en oferta con hilo musical, para que se vea que convergemos con Europa. Que descanses en paz, amigo lector. Si te dejan, claro.

3 COMENTARIOS:

Anónimo dijo...

Qué razón tienes cuando hablas del insolente ruido que nos circunda. España es el país más ruidoso de la Comunidad Europea, según se ha dicho en muchos estudios y encuestas. Creo que es pernicioso para la salud, sobre todo la mental, ya que el desquiciamiento está a la orden del día. TANA

Anónimo dijo...

La vida no existiría sin sonido; es inevitable para la existencia misma pues hasta la energía lo genera. El ruido es el exceso de celo de parte de la materia por expresarse, llegando a trastocar las vibraciones.
Profesor Sibelius

Anónimo dijo...

pues a mi me molan los cascos y el mp3.... y si a la peña le pasa lo mismo por algo será......