Un diario gratuito amaneció ayer con la noticia de que los jóvenes españoles se están quedando sordos por escuchar música a todo volumen. Lo pude leer de soslayo en la portada del ejemplar que ojeaba un chico de unos doce años, y que con su reproductor de mp3 ambientaba musicalmente todo el vagón de metro. Que él tuviese el periódico en las manos no significa que lo estuviese leyendo, pues a lo mejor sólo miraba las estampas, como desgraciadamente muchos cuando entonces. Y si leyó el titular, probablemente no lo entendió. Es la consecuencia del analfabetismo funcional de los estudiantes del siglo XXI, rematado por unos padres que luchan por el aprobado de sus hijos, aunque sea a hostias. Quizá por eso ahora las asociaciones de padres de alumnos se llaman AMPA.
Creo que hoy ya podríamos hablar de la figura médica del oyente pasivo, en paralelismo con la del fumador pasivo. Y es que somos legión los seguidores de Bisbal a la fuerza, quién me iba a decir. Como la ministra Salgado lea esto, ya me la imagino prohibiendo escuchar música en todos los centros oficiales, oficinas, etc. ¿Cómo se distraerían entonces los funcionarios y los desocupados vocacionales de cada centro de trabajo? Parece que ya los estoy viendo a las puertas de las oficinas. Se formarían dos corrillos; uno, el ya clásico de los fumadores; y el otro, el de los aspirantes a sordos dando patadas al polen mientras sueltan un relincho. Ambos grupos tendrían en común que, mientras los primeros echarían el humo por la boca y la nariz, los segundos lo harían por las orejas. Si además soltasen una cabra, ya podrían ir a feriar por los pueblos.
En fin, que no sólo estamos enviando analfabetos a la universidad, sino que además llegan sordos. Algunos graciosos podrán pensar que por lo menos se ahorrarán el sufrimiento de escuchar las mismas gilipolleces que desde hace más de veinte años repite el catedrático de turno a cada promoción. Total, qué más les da, si les va a aprobar con un trabajo confeccionado por el empollón del señor Google. Ignorantes, sordos, violentos, alcohólicos. Éste es el prototipo del ciudadano español del futuro. Por eso no me extraña que en el engendro televisivo que anoche emitió Antena 3 titulado El español más importante de la historia, el pueblo juntase en el ranking a Bisbal y Serrat. Total lo mismo. Ésta fue una de las muchas provocaciones disparatadas que se vivieron en ese programa. Otra, que nuestra familia real es muy querida, aunque de real tengan poco. Yo no me los imagino volviendo del pueblo en la caravana de los domingos escuchando el Carrusel, ni haciendo horas extra impagadas para pasar otro mes sin embargos.
Uno de los momentos antológicos del programa llegó con Gonzalo Miró, de profesión presentador; supongo que será porque sabe decir “Hola, soy Gonzalo Miró, y aquí abajo está Eugenia”. Su recitado de los últimos versos del celebérrimo Retrato, de Antonio Machado, merecen entrar en la antología del surrealismo catódico cañí: “Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como a los hijos de la mar”. Al Mediterráneo de Serrat, o a cualquier otro mar, tiraría yo a tantos enchufados y a sus patrocinadores, por embrutecer inmisericordemente a la nueva generación, víctima de un sistema que les quiere sordos, mudos, ciegos y, sobre todo, tontos.
3 COMENTARIOS:
Estupendísimo artículo. Creo que es de los más inspirados en los últimos tiempos. Me encanta su mordacidad porque, especialmente en este caso, saca a relucir las vergüenzas y miserias de un sistema educacional nefasto y agonizante. Nuestros hijos y nietos van a convertirse en aquellos que menospreciábamos de niños, cuando nos decía nuestro padre que no deseaba que fuésemos como el tonto del pueblo. En eso es en lo que los hemos convertido por no desear que sufrieran lo que sufrimos nosotros.
Profesor Sibelius
Yo casi me quedé sorda por estar una temporada escuchando la radio con un otófono (lo que ahora son los comunes auriculares). Tuve muchas molestias hasta que, tiempo después de dejar de utilizar dicho auricular, mi oído mejoró. Puedo decir, por haberlo experimentado, que es un auténtico atraco a mano armada el asunto de los cascos para la música. En un principio se decía que era para no molestar al vecino pero, lo que es ahora, molestan a todo el que se acerca a pesar de que su diseño fuera para todo lo contario. TANA
Enigma: Tomo nota y te doy las gracias por haber aceptado este blog.
Profesor Sibelius: Me alegra que le haya gustado. Creo que el sistema educativo es deplorable, y las consecuencias ya se están empezando a pagar. Pobre juventud.
Tana: Es evidente que los auriculares son perjudiciales para la audición. Yo también los he usado alguna vez, y me di cuenta de que podía acabar como una tapia.
Gracias a todos por vuestras opiniones.
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