Marina d'or : Verdad, Bondad y Belleza

jueves, 17 de mayo de 2007

Marina d'or

Aunque algún lector me considere una de las Casandras oficiales del ciberespacio, no puedo evitar dar la voz de alarma ante la que se nos viene encima. Va a ser toda una tragedia nacional cuando en nuestras mesas mediterráneas mesas tengamos que sustituir las lentejas, el cocido o la paella, por ladrillos con patatas o guarnición, a elegir. Que vayan preparando en las farmacias buenas remesas de Almax, que no van a sobrar. Los especuladores están siendo los nuevos alquimistas del neoliberalismo del siglo XXI. Igual que los alquimistas convertían vulgares metales en oro, los Poceros han convertido los ladrillos en oro. El problema es que la fiesta inmobiliaria está llegando a su fin, y sólo quedan unos pocos borrachos bailando amartelados Sabor a mí. En cambio, los niños de papá hace tiempo que se marcharon con el descapotable y la rubia que lleva de serie. Hasta Julio Iglesias se ha marchado con la música a otra parte.

Millones de familias, especialmente jóvenes, han caído en una trampa de elefantes, y todo, mamá, porque el señor del banco no nos explicó bien el significado de la palabra euribor. Porque dicho vocablo, amigos cipotecados, no es el nombre de un efímero grupo participante en el psicodélico carnaval en que se ha convertido Eurovisión. El euribor es el interés que se utiliza como referente para las hipotecas de los europeos y por ende de los españoles. Y es que dicen que también somos Europa, como Israel en el festival. Pues por culpa del dichoso euribor ya contamos con destacadas opiniones, alarmistas para algunos, para mí realistas, anunciando que antes de que acabe esta década España puede estar fuera del euro y volver a la peseta, o lo que sea. ¿Cómo vamos a pagar entonces el apartamento de Marina d’or?

El país de las maravillas en que se baña la bailarina pasiva Anne Igartiburu, es el sublime paradigma de un país de grúas, maletines, ladrillos y caciques. El monstruo megalómano y cutre que han levantado en Oropesa del Hormigón, perdón, del mar, es la apoteosis de lo que ha sido la década en que la codicia urbanística del ser humano ha alcanzado sus cotas más altas, también en plantas edificadas. Cientos de miles de viviendas apelotonadas frente a un mar que, como nos contó Montserrat Domínguez el pasado martes en su reportaje sobre el cambio climático en España, puede acabar de un plumazo con las segundas residencias de millones de familias. En muy poco tiempo pueden pasar del paraíso artificial al infierno real, mucho peor que el de Dante.

Como sigamos así, no va a quedar ni un erial para el toro de Osborne, con lo que se tendrá que ir a lucir testículos y cornamenta a otra parte. Porque digo yo que en un sitio con tanta clase y glamour como el que nos anuncia la rubia presentadora, no permitirán que paste el pobre animal, aunque se ofreciese como una atracción turística más. Pero qué más da destrozar la costa, la flora y la fauna mientras podamos estar orgullosos de ser, además de como ya os dije el prostíbulo de Europa, el país con mayor tasa de viviendas por familia del mundo. Ya llegará el político de turno para decirnos que haber amurallado la costa es una gran idea. Le faltará tiempo para decir que se ha hecho con el objetivo de evitar que entren más inmigrantes por el mar a remover nuestras conciencias de nuevos ricos. Pero los pobres españolitos que han sido engañados con treinta años y un día de hipoteca, tampoco van a poder salir de su acuática ratonera, ni siquiera en cayuco. Tela marinera.

2 COMENTARIOS:

Anónimo dijo...

Ganas tengo de que, de una maldita vez, la famosa y tan cacareada burbuja inmobiliaria explote por los aires. Hace años que deseo comprarme un piso, cosa que me ha resultado imposible ante mis escasos ahorros y la locura de los intereses bancarios. Tentada estuve en muchas ocasiones, sobre todo en los últimos tiempos pero, por suerte, mi pareja, hombre avispado y que ve crecer la hierba en este y en otros muchos temas, me contuvo ante semejante barbaridad. Ahora me alegro enormemente y, por desgracia y contra muchos españolitos, deseo que caiga de una vez por todas para poder comprarme el piso tan deseado. TANA

Anónimo dijo...

Marina D'Or me saca de quicio, porque es una trampa bestial que la gente traga y traga en plan estupido y creyendo que estan hciendo las Americas. Para que luego digan los que tanto han insultado a Benidorm... ¿No deberían llamarle Benidorm-2 en lugar de Marina D'Or?
Saludos